«Ignoro, todavía hoy, la manera de mantenerme inmóvil, puramente atenta, ante el sinsentido impuesto por otro. Tengo que hacer algo, o descifrarlo o destruirlo, o reinventarlo o correr. Descifrarlo lleva tiempo y es el deber de las observatrices»
Hace unas dos o tres semanas en la revista cultural La Lectura se preguntaba a escritores y a personas muy relacionadas con el mundo de la literatura sobre las lecturas que pensaban realizar durante sus días de vacaciones. Tras una rápida ojeada por los nombres que conocía se me quedó en la memoria que el veterano Fernando Savater y la joven Gabriela Ybarra hablasen de que iban a leer la primera novela de una jovencísima autora catalana, Xita Rubert. El título del libro que estos dos donostiarras iban a leer, Mis días con los Kopp, me sonó a novela tipo Los Cazalet de la británica Elizabeth Jane Howard, cuyas dos primeras entregas de la pentalogía leí con agrado hace unos años [están reseñadas aquí]. Esto, unido al afecto literario que tengo a Savater y el aprecio que siento por Gabriela Ybarra cuya novela "El comensal" [pinchar en el título para leer mi reseña] recientemente convertida en película leí con mucho gusto hace ya más de seis años, me impulsaron a buscar este libro, que he leído con agrado y sorpresa al mismo tiempo. Sinopsis (proporcionada por la editorial Anagrama)Al final de su adolescencia, Virginia viaja con su padre al norte para reunirse con los Kopp. Cuando el encuentro con sus amigos ingleses augura unas apacibles vacaciones, la aparición estelar de un invitado inesperado truncará todos sus planes: Bertrand es escultor y performer, con toda probabilidad padece algún trastorno mental, y está obsesionado con la idea de que «las esculturas son efímeras». Visionario y demente, envuelto en un aura de carisma y de peligro, Bertrand siembra el desconcierto en la vida de Virginia, que se acabará dejando arrastrar hacia un territorio ambiguo, inexplorado. Mis días con los Kopp es una sugestiva novela de iniciación del siglo XXI que afronta la enfermedad y el fingimiento social, y que nos anuncia la llegada de una nueva narradora con una voz poderosa y llena de matices
Mi opiniónMis días con los Kopp es la primera incursión en la literatura de la joven escritora barcelonesa Xita Rubert. Debuta con esta novela cuya lectura me ha resultado distinta, diferente. La autora reflexiona sobre el mundo de las apariencias, de la mentira, de la inmensa doblez que practica la clase alta de la sociedad. La hipocresía, la impostura, la necesidad de resultar simpático, rompedor, siempre artistas, siempre creativos, jamás vulgares... Toda esta manera de comportarse y más es analizado desde la mirada de una adolescente que está ingresando en la edad adulta. Para bien integrarse en esta nueva etapa vital ella deberá aprender las pautas de comportamiento social que incluyen todas las actuaciones antes señaladas. ¿No lo hace así? Será un producto equivocado, un ser que no está llamado a formar parte de esta clase.
Es una novela algo extraña, sorprendente por lo dicho antes y también por la novedosa manera de presentar el relato. El ritmo, los diálogos, las acotaciones, las aposiciones, las aclaraciones, los paréntesis... están introducidos de manera insólita o al menos no acostumbrada. Es una novela que exige atención en el lector quien en ocasiones se sorprende al ver cómo la primera persona narrativa cede su voz a la segunda en un intento, quizás, de integrar al destinatario del escrito en la propia ficción de la que paradójicamente forma parte:
«Pero ella iba en bata: no sé por qué me intimidaba tanto Sonya.Hay tensión sexual en el personaje de Virginia que siente en su interior pulsiones procedentes tanto de hombres como de mujeres. Así al igual que la figura de Sonia, madre de Bertrand, la perturba en ocasiones, la del propio y extraño Bert pero sobre todo la del chico camarero que la busca por el hotel son para ella claramente objetos de deseo cuyas señales aún, en su salida de la pubertad, no sabe a ciencia cierta identificar.
Sonya, que en realidad no decías palabra, no emitías ningún juicio, solo apretabas la mandíbula contra tu voluntad y de vez en cuando posabas los ojos en alguna parte de mi cuerpo.»
Es una novela de iniciación y más todavía una novela de descubrimiento de lo que es la vida en sí. Este descubrimiento es total cuando la propia doblez e hipocresía en que socialmente se mueven los personajes llega incluso a topar de frente con el momento de la enfermedad. Ese momento ocurre a los otros en la historia narrada del fin de semana y sucederá al entorno más próximo de la la propia narradora bastantes años después de que ella junto a Juan, su padre, acudieran a esa ciudad del norte de España donde a Andrew le iban a entregar un premio. Allí durante esos días la narradora descubrió lo que era la vida social y después, mucho después durante la enfermedad paterna, se dio cuenta de que la manera social de comportarse de Sonia y Andrew con su hijo era similar a como nos comportamos ante la enfermedad:
«Reinventar, reconvertir la enfermedad en otra cosa es el único modo de lidiar con ella: con el colapso de la vida y la identidad que supone. Lo sé de primera mano, porque nadie quiso mirarlo a él, a mi padre, mi amigo, mi amor, una vez que enfermó.»Me ha sorprendido con agrado la manera directa y sin aspavientos como Xita Rubert presenta el deseo femenino. En la adolescente Virginia, ya lo he dicho y es algo muy normal, compiten la atracción femenina y la masculina, si bien parece que son los hombres quienes más la atraen:
«Los abrazos de esos hombres, sus manos apretando las mías, eran siempre mi objetivo. Todo lo verdadero –la desprotección, el tiempo, la muerte– desaparecía al contacto con pieles ajenas.»
De otro lado he percibido en esta novela -puedo estar completamente equivocado, lo reconozco- una identificación grande, profunda, entre autora y el personaje protagonista de Virginia, quien reflexiona metaliterariamente sobre el procedimiento narrativo empleado, sobre la necesidad de abrir o no un nuevo capitulo. Y lo hace dirigiéndose a un lector no identificado, a un lector confuso que puede ser hombre pero que normalmente es mujer y que leyendo el relato se tiende a identificar con este o aquel personaje.
Algunas citas referidas a este componente metaliterario y a lo que en definitiva para la escritora es la Literatura servirán para entender esta faceta:
ConclusiónRetorno ahora a los autores que me han impulsado a leer este libro, a Gabriela Ybarra y a Fernando Savater. Comprendo su interés por esta joven escritora, por el producto fresco y nuevo que Xita Rubert ha ejecutado. No es fácil hacerlo y desde luego es ejercicio muy arriesgado. Creo que con Mis días con los Kopp esta barcelonesa criada a caballo entre Cataluña y Galicia da muestras de una gran personalidad rompedora. Pero, aviso, no es una novela de esas que atrapan desde la primera línea y que no se pueden soltar hasta la página final. No, para nada, Mis días con los Kopp exige atención y no caer en el desánimo a las primeras de cambio pues, superado algún instante de posible desaliento, la recompensa estética y literaria es grande, os lo aseguro.
- «Cuando recuerdo aquellos días, debo esforzarme por hacer conexiones que entonces no hice, por imaginar las visiones que no alcancé entonces. Es esto lo que me impone reticencia al escribir: cuando lo haga, habré perdido algo.»
- «En parte escribir es capitular, enfrentarse al fracaso, mirarlo con amor, acogerlo y acariciarlo como si fuese la inofensiva victoria que no es, como si fuese el conejo y no el lobo.»
- «En aquel edificio, como en mi propio cuerpo, cada estancia estaba disociada de la anterior, incomunicada. Y no me pertenecían, mis estancias. Pertenecían a los deseos de otro, los del arquitecto y constructor, que decidía confundirme, cegarme para ser su marioneta, su actriz. Por eso no puedo escribir lo cierto: porque en parte soy la voz, los apetitos, las órdenes de él.
Y por eso, de vez en cuando, abro capítulo. Aunque deteste escribir de más, alargar la extensión de lo contado.»