Al fin y al cabo, la literatura es, más que nada, una invitación a ver la realidad con los ojos de otra persona y a sumar esa experiencia ajena a la propia. Creo que si existe un simil perfecto para lo que es un virus informático trasladado a un entorno individual y humano, este es el del libro. Sus ideas se infiltran en las propias del sujeto y acaban en algunos casos por reconfigurar en cierta medida, tras un largo proceso de reflexión y suma de experiencias, algunos de los elementos que conforman la personalidad. Evidentemente, como ocurre en otros planos, algunos virus son más potentes que otros, y no son muchos los que consiguen tener alguna incidencia en nuestra red neuronal. Por otra parte, es en la primera juventud cuando más efecto puede tener la lectura de un libro. He aquí, pues, los que, probablemente y excusando algún olvido significativo, se instituyeron en vértices geodésicos de mi trayectoria como lector.
· Misterio del loro tartamudo, de Robert Arthur, Jr.
· El 32 de diciembre, de Curtis Garland
· El camino, de Miguel Delibes
· Fundación, de Isaac Asimov
· El extranjero, de Albert Camus
· Crónicas marcianas, de Ray Bradbury
· La colmena, de Camilo José Cela
· Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez
· El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien
· Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy
Esta es mi lista. Si a ustedes les place, siéntanse libres de configurar las suyas. Recuerden que se trata de libros. Vale cualquier género, no tienen por qué ceñirse a novelas. Poesía, teatro o ensayos. O incluso enciclopedias (yo he estado a punto de incluir la Espasa de los exploradores, fíjense).