(JCR)
El padre Moses Ottii acaba de salvar la vida de un joven. El joven sacerdote ugandés, misionero comboniano, trabaja en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima de Bangui, en el conflictivo barrio del “Kilómetro Cinco” donde la convivencia entre cristianos y musulmanes se ha resquebrajado desde el pasado jueves 5 de diciembre cuando la capital
Moses recibió la ordenación sacerdotal hace pocos meses, en junio de este año. Anteriormente trabajó en la misma parroquia como diácono y, tras pasar un par de meses de vacaciones en Uganda se alegró cuando sus superiores volvieron a destinarle a Bangui, una ciudad que desde finales de marzo de este año vive un insufrible calvario de tensiones y violencia tras la toma del poder por parte de la Seleka. La parroquia donde trabaja no es la única que acoge durante estos días a miles de personas que han huido buscando un mínimo de seguridad. Esta misma mañana hablé con el salesiano español Agustín Cuevas, párroco de Saint Jean Bosco, en la barriada de Galabadja, quien se las ve y se las desea junto con sus dos compañeros de comunidad para atender a tres mil personas que ocupan la iglesia y el resto de las dependencias del parroquia. La otra comunidad de Salesianos, del barrio de Damala, acogen en su recinto de escuelas y talleres a 11.000 personas. En el recinto de Saint Paul, donde vive el arzobispo Dieudonné Nzapalainga son otras 3.000 personas que llegaron aterrorizadas escapando de las matanzas perpetradas en su vecino barrio de Ouango. Y en el barrio de Boy Rabe, donde pasé el martes y el miércoles, antes de los ataques, la parroquia de Saint Bernard y el Monasterio de María Madre del Verbo acoge a muchos más. El arzobispo protege también en su residencia al principal Imam de Bangui, un hombre justo y conciliador a quien los radicales se la tienen jurada.
Durante los dos últimos días he hablado también con mis amigos de Bimbo, la familia que me acogió en su casa durante los meses de febrero y marzo. Ayer viernes había bandas armadas de Seleka junto con algunos civiles musulmanes armados que recorrían el barrio casa por casa sedientos de sangre. Mama Rosalie me llamó desesperada: querían salir de casa para refugiarse en el recinto de los Capuchinos, apenas a 300 metros, pero tenían miedo y se escuchaban disparos cercanos. Sin dudarlo llamé a la embajada francesa y les informé de lo que ocurría en ese barrio. A los 15 minutos mama Rosalie me llamó para decirme que acababan de llegar dos blindados franceses al barrio y la gente pudo salir y recorrer el camino hasta refugiarse en los Capuchinos y en el recinto cercano de la Cáritas, donde siguen hasta ahora. Hay veces en que las tropas de mantenimiento de la paz hacen las cosas bien. Algunos retrasos, incluso de minutos, pueden costar vidas humanas, y muchas. Llegar a tiempo puede salvar a personas inocentes. Han pasado la noche con tranquilidad sabiendo que les protegían los soldados de la FOMAC en el recinto.
Hoy (sábado 7 de diciembre) Bangui tiene un aspecto mucho más tranquilo que durante los dos días anteriores y bastantes personas circulan por las calles en busca de comercios abiertos donde comprar algo para comer. La Cruz Roja sigue recogiendo cadáveres por las calles mientras los franceses y la fuerza africana de la FOMAC patrullan en vehículos y a pie. Leo muchas cosas en infinidad de medios de comunicación sobre la crisis en Bangui, pero echo de menos que se hable más del impresionante papel humanitario que está desempeñando la Iglesia durante estos días para proteger a muchos miles de personas de toda condición. Me parecería injusto si en este blog sobre África no lo mencionara. Como el padre Moses, durante estos días hay religiosos que han conseguido salvar muchas, muchas vidas humanas.