Tenemos un problema.
Sí, tal y como os lo cuento.
Vivimos en una sociedad en la que las malas noticias se suceden en cada telediario, en cada página del periódico, en cada emisora de radio, en cada tuit, en cada publicación de Facebook. Me imagino que ya os habéis dado cuenta y que habréis oído esto mil veces.
Vivimos en una sociedad de ojos cerrados que aparta la vista ante las desgracias ajenas, de oídos tapados que no duelen al oír los lamentos de miles de seres humanos que chillan a nuestro alrededor, de narices taponadas que no huelen la mierda que nos rodea o lo mal que olemos nosotros mismos en muchas ocasiones y circunstancias cotidianas (y no, no hablo de que no vayáis duchados; aunque a veces un agua no viene mal), de unas manos que no nos dan asco por tenerlas indirectamente manchadas de sangre y desgracias ajenas con nuestra pasividad e indiferencia acomodada, de sentido común (que sigue siendo el menos común de los sentidos) atrofiado y erradicado a la más mínima expresión.
Vivimos en una sociedad en la que se oyen cosas “geniales” como por ejemplo: se mandan naves espaciales para ir a Marte y hay niños muriéndose de hambre. Venga, no me jodas, que seguro que tú eres de esos que ven el fútbol cada vez que lo echan por la tele. ¿Y todo ese dinero invertido en fútbol?.
Vivimos en una sociedad en la que llevamos ya la enésima edición de Gran Hermano y sabemos qué fue lo que comió ayer Belén Esteban. Pan y circo, amigos.
Vivimos en una sociedad en la que el respeto se perdió y cada uno lucha por lo que cree que es bueno para sí mismo sin tener en cuenta la libertad y la felicidad de los demás. Así nos va.
Vivimos en una sociedad en la que etiquetamos absolutamente todo: 50 muertos en una masacre gay en Orlando, 17 mujeres asesinadas por IS por no acceder a tener relaciones, diputada británica asesinada (tendrá repercusión en la votación del Brexit), más de 400 muertos en una ola de represión en Etiopía… No, joder. Dejémonos de etiquetas. No mataron a 50 homosexuales, mataron a 50 seres humanos por ser distintos, por miedo a ser lo que no te dejan ser. No mataron a 17 mujeres, mataron a 17 seres humanos por no hacer algo que uno tiene que decidir hacer. No mataron a una diputada, mataron a un ser humano y todo por cuestiones políticas, económicas y porque alguien está lo suficientemente tarado como para apuñalar y disparar a alguien por eso.
Daos cuenta de que somos humanos, demasiado inhumanos.
Podría seguir así, llenando miles de líneas, pero la bilis se me sube a la boca y ya he vomitado demasiado inconformismo; por cierto, esto me pasa por empacharme a indiferencia. Supongo que sabéis de lo que hablo. En verdad a mi me da vergüenza vivir esta realidad.
Vivimos en esta sociedad. Pero somos nosotros, la sociedad, los que tenemos que ser conscientes de esto y ser capaces de la autocrítica, capaces de abrir los ojos y mirar a las injusticias a la cara, de destaparnos los oídos y socorrer al que grita: ¡AUXILIO!, de sonarnos las narices y asquearnos con nuestra podredumbre, de mirarnos las manos ensangrentadas pero que nos sangren trabajando para ayudar a los demás, de recuperar el sentido común para rescatarnos y mejorar la sociedad y, sobre todo, de NO tener los labios sellados.
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