Billy Elliot
«Billy Elliot» es sin duda uno de las grandes obras del teatro musical de las últimas décadas. Creada a partir de la película que rodó Stephen Daldry -él mismo dirigió el espectáculo original estrenado en Londres-, el musical cuenta con música de Elton John. Cuando lo vi, hace ya muchos años en Londres, estaba convencido de que en España no podría hacerse nunca, simplemente por el hecho de que se necesitan al menos seis o siete niños-adolescentes con un nivel de canto, baile, interpretación, a lo que hay que sumar el carisma, que aquí sería imposible hallar. Me equivoqué, y los productores de esta función -Marcos Cámara y Juan José Rivero, acompañados por el patriarca, José María Cámara- han sabido poner los cimientos para que el espectáculo sea posible. Escribí en ABC con motivo de su estreno: «"Billy Elliot" es un espectáculo iceberg, en el que la ya de por sí elaborada y gigantesca producción esconde una labor aún más ingente de formación y preparación de los niños, que son la columna vertebral de este musical». Sería injusto concluir esta nota sin mencionar al director del espectáculo, David Serrano, cuyo trabajo ha sido tan ímprobo como productivo.
Iphigenia en Vallecas
Este es un proyecto particular, un empeño personal que tiene detrás una historia de amor y desamor: la de su intérprete, María Hervás, que encontró en su personaje de Ifi un remedio para su desilusión personal. «Iphigenia en Vallecas» es un desgarrador monólogo del británico Gary Owen, que adaptó la propia María Hervás y que puso en pie gracias a la ayuda del director Antonio Castro Guijosa. Cuenta la historia de una «nini» sin oficio ni beneficio atrapada en una autodestructiva rutina de la que no puede (o no quiere) salir, y a a la que la casualidad le brinda una aparente salida. Es una historia sincera, dolorosa, que la actriz vive más que siente en escena. Escribí en su momento: «María no interpreta a Ifi, la posee, con un trabajo de fiereza animal, que le surge (y aquí se nota la naturaleza personal del proyecto) del corazón y las entrañas. No hay más que darse cuenta de la intensidad con que clava los ojos en los espectadores, a los que se dirige el monólogo, de una energía y una vehemencia extraordinarias».
Iván y los perros
La cantante calva
La dama boba
«Y es que creo que el mayor elogio que se puede hacer del montaje de Sanzol es decir que consigue que un texto escrito en verso en 1623 le resulte moderno al público del siglo XXI, y que la peripecia que contó Lope (con supuestos, en algún caso, profundamente antiguos) aparezca renovada y actual».