Decía Walt Whitman que la poesía es el instrumento por medio del cual la voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz; Gabriel Celaya, que era un arma cargada de futuro; Harold Bloom, que si la poesía no podía sanar la violencia organizada de la sociedad, al menos podía realizar la tarea de sanar al yo; y George Steiner añadía que el canto y la música son simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades porque aúnan alma y diafragma y pueden, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis, ya que la voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia. Por su parte, Johann Wolfgang von Goethe afirmaba que cada día un hombre debe oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas, a fin de que los cuidados mundanos no puedan borrar el sentido de la belleza que Dios ha implantado en el alma humana.
Subo hoy al blog al poeta Dionisio Ridruejo y su poema España toda aquí, al compositor Amilcare Ponchielli y el aria Cielo e mar de su ópera La Gioconda, y al pintor Peter Paul Rubens y su cuadro El juicio de Paris. Disfruten de ellos.
Dionisio Ridruejo Jiménez (1912-1975) fue un escritor y político español perteneciente a la generación del 36 o primera generación poética de posguerra. Miembro temprano de la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, durante la guerra civil fue responsable de Propaganda en el bando franquista. Reprochó a Franco en una carta no apostar decididamente por el fascismo, por lo que fue encarcelado y llegó a exiliarse. Acabaría experimentando una transición ideológica que le situó en una posición crítica con la dictadura, muy próxima a la socialdemocracia o a un liberalismo socializante. Como poeta, Ridruejo puede adscribirse a la que Dámaso Alonso llamó poesía arraigada: cultiva en la mayor parte de su obra el estrofismo clásico y usa una lengua pura y clara. Posee una gran serenidad formal propia de la estética garcilasista y es un maestro en la forma del soneto, para el cual poseía una gran facilidad. Fue autor juvenil de dos versos del Cara al sol. Sus comienzos poéticos deben algo al modelo machadiano; sus temas preferentes son el amoroso, la naturaleza, los sentimientos religiosos y patrióticos y el arte y la literatura. En sus últimos años toma el rumbo íntimo de los recuerdos.
ESPAÑA TODA AQUÍ
España toda aquí, lejana y mía,habitando, soñada y verdadera,
la duda y fe del alma pasajera,
alba toda y también toda agonía.
Hermosa sí, bajo la luz sin día
que me la entrega al mar sola y entera:campo de la serena primavera
que recata su flor dulce y tardía.
España grave, quieta en la esperanza,
hecha del tiempo y de mi tiempo, España,tierra fiel de mi vida y de mi muerte.
Esta sangre eres tú y esta pujanza
de amor que se impacienta y acompañala fe y la duda de volver a verte.
El juicio de Paris (1639), una pintura al óleo de 199 x 379 cm que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, es uno de los últimos trabajos de Rubens. A lo largo de su carrera pintó varias versiones de este tema. La obra le fue encargada por Felipe IV de España para la decoración del Palacio del Buen Retiro (Madrid). Rubens trata aquí el episodio mitológico en un formato apaisado, de tal manera que las figuras parecen formar un friso. Sentado en el tronco de un árbol, aparece el pastor Paris, quien tiene que elegir a la diosa más bella del Olimpo, con el aspecto dubitativo propio de tan difícil tarea. Le sostiene la manzana de oro que constituye el premio el dios Hermes, con el caduceo y el petaso; se muestran ante ellos las tres diosas contendientes, de izquierda a derecha: Atenea, diosa guerrera y de la sabiduría, con las armas que la caracterizan en el suelo y envuelta en un rozagante velo de seda plateada; Afrodita, la diosa del amor, en el centro, envuelta en un paño color carmesí y con su hijo Eros a los pies y un amorcillo volador que muestra cuál será el veredicto, pues se dispone a coronarla mientras dirige una mirada cómplice al espectador; y finalmente, Hera, la reina del Olimpo como esposa de Zeus, representada de espaldas, mientras se desprende del rico manto de terciopelo morado recamado en oro que la cubre, en una bella postura serpentinata y con un pavo real, su atributo, posado en la rama de un árbol cercano.
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Entrada núm. 6234
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