Mis primeros síntomas de ‘madurez viajera’

Por Mundoturistico

Los niños de hoy en día saben tantas cosas que dejan pronto de creer en las hadas.” -Peter Pan, de J. M. Barrie

Hace poco, Facebook me recordó -al principio, como casi con todo, este servicio de la red social no me gustaba, pero ahora lo disfruto mucho…- uno de los primeros viajes que sirvieron como semilla de mi gran afición actual. Corría el 2008 y recorrimos Atenas y algunas de las principales islas griegas por nuestra cuenta. Ahora recuerdo con una media sonrisa que ese fue un poco el principio de todo y que ya por entonces, comencé a coleccionar algún que otro aprendizaje cada vez que cogía las maletas y me disponía a viajar. Han pasado diez años y por eso hoy quiero hablar de la madurez viajera y sus primeros síntomas, pues aunque seguramente me queda mucho por aprender, también sé que mi “yo viajero” ha mejorado bastante.

Que noto que ya no soy aquella niña que sabía que disfrutaba cogiendo un avión y plantándose en un lugar nuevo, pero que no pensaba demasiado por qué. Hoy me gusta analizar, comparar, aprovechar cada segundo… y lo hago de forma más consciente que nunca. Supongo que eso es la madurez.

El modo: ahora “viajo bien”

Hace años, en mis primeros viajes, iba a los destinos sin apenas información útil. Supongo que por entonces no tenía idea de cómo acceder a ella -ahora con un blog, ya sería delito- y ni siquiera lo pensaba. Ahora, cuando me preguntan por esa ciudad, respondo: Bien, pero es que por entonces no “viajaba bien”.

¿Y de qué se trata eso de “viajar bien”? Me refiero por supuesto a, para empezar, saber a qué vas a la ciudad, más allá de conocerla. ¿Quieres ir a sus principales monumentos? ¿Combinar las actividades turísticas con la visita a barrios donde poder disfrutar del ambiente e intentar viajar con más calma por ellos? ¿Qué es lo que más te apetece de ver de la ciudad? ¿Crees que te dará tiempo a todo? ¿Prefieres ver muchas cosas y ‘patear la ciudad’ o dejar de ver algunas para ir más despacio? ¿Te darás alguna tarde libre para no pasear tanto? ¿Qué hacer entonces? (…)

Antes sencillamente ni me planteaba esas cosas. Ahora sí; a veces antes de viajar; en otras ocasiones en el destino. Pero antes o después me voy formando mis deseos, cumpliéndolos y disfrutando del camino. Con decisión. Con voluntad. Eligiendo paso a paso aquello que quiero. ¡Y no vean cómo se disfruta!

El tiempo: viajar más días a los destinos

Como he dicho ya, antes no pensaba demasiado qué quería viajando; o cómo quería viajar. Si he aprendido algo con los años -lo que no quiere decir que lo lleve siempre a la práctica, pues soy una viajera muy imperfecta– es que me gusta tener el tiempo suficiente para visitar los sitios. Me niego a estar tres días en una gran ciudad Europa o elijo una sola ciudad si lo más común es visitar dos en poco tiempo.

Supongo que cada uno elige cómo viajar y que “menos da una piedra” pero si algo me frustra es llegar de un lugar con la sensación de que he visto tan solo una mínima parte.

Un buen ejemplo de ello es el planteamiento de conocer Moscú y San Petersburgo en siete o nueve días, que es lo más habitual. Ante esta diatriba, yo no dudé en quedarme con una de las ciudades y dedicarle una semana entera a San Petersburgo. ¡Y me faltó tiempo para verla!

El estrés: viajar sin presión

Es curioso pero las cosas buenas en extremo se convierten en algo malo. Si aprendí a saber qué quiero cuando viajo, hoy corro el riesgo de estresarme por cumplir todo lo que deseo. Pero me niego. He decidido viajar sin presión; vivir sin presión. Intentar madrugar, eso sí, pero no correr, abrir bien los ojos y disfrutar y aprovechar el tiempo del que dispongo.

Eso también lo noto en las épocas en que no viajo y deseo con demasiada ansiedad que llegue el siguiente trayecto. Pero a veces hay otras prioridades y si no viajo, también quiero no tener la presión de hacerlo. O de decidir dónde. Quizás no todo el mundo tenga el mismo temperamento que yo y no lo necesite, pero yo me he propuesto no tener demasiados propósitos e improvisar un poco más.

La seguridad: ahora contrato seguros de viaje

La seguridad es una de las cuestiones que se plantearán en mayor medida a la hora de viajar, pero que se percibirán diferente dependiendo de la edad del viajero, del conocimiento del mundo y de lo conscientes que seamos de las consecuencias de sufrir una enfermedad en el extranjero. Sobre todo en este último punto, el viajero madurará y será mucho más consciente de que hay cientos de casos de otros colegas que han sufrido dengue, fuertes gastroenteritis o lesiones en huesos o músculos que les pueden suponer hospitalización y por tanto, importantes desembolsos de dinero.

Reconozco que en mis primeros viajes no era muy consciente del peligro ni de lo que podía después ‘pagar’, pero en los últimos tiempos ya no viajo si no es segura. Así, conté con un seguro de viaje en México, Filipinas o India, tres de mis últimos viajes; aunque no lo hiciera en Tailandia, Indonesia o Nueva York. ¡Menos mal que no pasó nada!

La nota personal: buscar siempre algo diferente

Os he contado que conozco el modo en que viajo, pero no he desvelado cuál es. Supongo que lo he perfeccionado con el paso del tiempo, pero la cuestión es que cada día lo tengo más claro. Siento que es un ‘modelo de viaje maduro’. La receta es sencilla: visita a los lugares turísticos más representativos y apetecibles; pasear por los barrios más vivos, donde tomar algo y disfrutar del ambiente de la ciudad; recorrer la urbe y hacerla mía; y en la medida de lo posible, visitar lugares menos conocidos que supongan una visita menos turística y más auténtica.

Así, he conocí el mercado de d’Aligre y las tabernas de la zona en París; diferentes bares en ruinas en Budapest; el animado pub ‘Fidel’ en San Petersburgo; o Mount Abu en India. Lugares muy especiales y con más ambiente local que se disfrutan muchísimo.

¿Cómo encontrar estos lugares? Con el paso de los años, lo he hecho de diferentes formas, pero las más habituales son leer mucha información en blogs, preguntar a gente que conozco cuando sé que han estado allí -ideal si han estado viviendo-, preguntar a gente que conozco en el mismo destino -relativamente sencillo si se sale de fiesta; esto es un buen plan- y pasear, pues a veces la mejor forma de encontrarlo es tan solo abriendo los ojos.

Los deseos: el mundo es demasiado grande…

La madurez viajera hace que te asalten cientos de destinos que a lo largo de estos años has deseado visitar y al tiempo, el sentimiento de que el mundo es demasiado grande para recorrerlo en una vida (y más cuando solo viajas durante las vacaciones, como una servidora).

Yo me quedo con que sé dónde quiero ir y por qué quiero ir. Y cuanto más viajo, más deseo. Y cuanto más deseo, más hago. Y así, entre deseos, realizaciones, pensamientos, parones, viajes y reflexiones, transcurre la vida.