Mañana día 3 de Octubre los catalanes estamos llamados a una huelga general. La huelga, o cese voluntario de la actividad laboral por parte de los trabajadores, es una de las pocas vías que hemos tenido el proletariado para reivindicar nuestros derechos o mejoras en nuestras condiciones laborales. Ir a la huelga es casi siempre un último recurso, buscando con ello una prueba de fuerza con la que demostrar al empresario, al conjunto de la patronal o al gobierno de turno la dependencia que todo sistema productivo tiene todavía hoy, aunque en algunos sectores con la tecnificación en menor medida, de la mano de obra.
En los últimos años hemos podido ver como las últimas cinco huelgas generales convocadas en todo el conjunto del estado (2 gobierno de Aznar, 1 gobierno Zapatero, 2 gobierno Rajoy) tenían un seguimiento muy desigual por parte de los trabajadores, y si hablamos de las cientos o miles de ellas convocadas a nivel sectorial o de una determinada empresa podremos apreciar como desgraciadamente parece que cada vez la gente está menos dispuesta a perder un día de salario por adherirse a una huelga –la mayoría de las cuales están más que justificadas- y por seguir a unos sindicatos en los que muchos ya no confiamos (sindicatos amarillos doblegados a ciertos poderes y que también se han adherido a la convocatoria de huelga de mañana).
Ahora los catalanes, únicamente los catalanes, estamos llamados a una nueva huelga general, pero en este caso no por una reivindicación laboral o relacionada con nuestros derechos como trabajadores, sino como forma de hacernos oír contra la represión de un estado que en el día de ayer coartó con el uso de la violencia el legítimo derecho del pueblo catalán a poder decidir su futuro. Una huelga a la no me voy a sumar y de la que discrepo, por mucho que haya participado y apoyado el referéndum de ayer 1 de octubre.
¿Qué me lleva a no sumarme a esta huelga?
Lo primero de todo que me lleva a no secundar esta nueva huelga general, convocada en este caso sólo en el territorio catalán, es el no aceptar ir a la huelga de la mano de empresarios (en la “Taula per la democràcia” están presentes dos organizaciones empresariales), sindicatos amarillos que hace tiempo que se vendieron a quienes les financian y de ciertos políticos a los que podemos responsabilizar en parte de la precarización laboral y de haber apoyado ciertas criminales políticas como podría ser la reforma laboral del PP (R.D.Ley 3/2012). No acepto a los que se ponen la careta de progresistas y que poco o nada les importamos los trabajadores y nuestros derechos y que difícilmente moverán un dedo para apoyar o solidarizarse con la lucha obrera (valga el ejemplo de la modificación de la ley catalana de cooperativas por parte del Parlament, con la cual se debía mejorar la situación de decenas de miles de falsos cooperativistas y tras seis meses de su aprobación aún no han sido capaces de hacerla cumplir, o la contratación para el reparto de cartería sobre el referéndum a una empresa catalana explotadora y que adeuda dinero a sus trabajadores como es UNIPOST). Mención aparte para algunos sindicatos minoritarios que también estén implicados en esta huelga cuya honradez y buenas intenciones no las pongo en duda.
Tampoco acepto que ante la insolidaridad manifiesta de una sociedad como la nuestra, o como la mayoría de las sociedades supuestamente desarrolladas, donde una buena parte de la población nunca ha movido un dedo en luchar contra ciertos recortes y derechos, la mayoría de los cuales tarde o temprano también les podría afectar a ellos, ahora pretendan que todos/as nos unamos en sus reivindicaciones. Quienes en los últimos años nos hemos sumado a la lucha de algunas plataformas y mareas, ya estamos cansados del nulo apoyo de ciertos colectivos, partidos y personas. ¿Cómo puedo confiar en una parte de quienes me dicen que unirse a esta huelga y secundar ciertas movilizaciones tiene entre otros fines el poner las primeras piedras en la creación de un nuevo estado más solidario y social cuando buena parte de estas gentes nunca ha sido capaz de unirse en las diversas luchas, como podrían ser por la calidad del sistema público de pensiones, sanidad, educación o la lucha contra la precarización laboral, etcétera? Desgraciadamente el sistema capitalista ha conseguido casi desmontar la lucha de clases, haciendo creer a no pocas personas que el tener un mejor sueldo y empleo les coloca en una clase totalmente alejada del proletariado, como si ellos no fueran proletarios sujetos a la obligación de acudir cada día a su centro de trabajo para poderse garantizar un salario y con ello sus sustento y el de su familia.
Y por último mencionar por enésima vez que no soy independentista pero apoyo incondicionalmente el derecho de cualquier pueblo, como es el caso del mío, a poder decidir libremente su futuro. Repudio cualquier gobierno que viole los derechos fundamentales de sus ciudadanos, como ocurrió estos pasados días en Catalunya, y que se valga de la fuerza para coartar el derecho de un pueblo a poder votar de manera democrática en referéndum. El denigrante espectáculo que pudimos ver este 1 de octubre, con los cuerpos de seguridad apaleando a pacíficos ciudadanos por orden de un gobierno fascista es inadmisible y por ello está más que justificada la movilización, pero lo que no se puede pretender es que todos los trabajadores vayamos a la huelga con según quienes, como ya he expuesto, y bajo según qué consignas. Con ciertos sindicatos, movimientos sociales, y excepcionalmente algún partido o con sus militantes, como podrían ser los buenos amigos/as de la CUP, me podrán tener a su lado en no pocas iniciativas o en cualquier acto de repulsa por lo sucedido y apoyando la verdadera democracia, pero lo que no haré es hacer una huelga política en beneficio de una ideal político, que no es el mío, y que poco o nada tiene que ver con reivindicar mejoras sociales.
MSNoferini
…pero usar la fuerza para imponerse a quienes piensan diferente “Sí”.