Han llegao buen puñao de mensajes pidiéndome que escriba más aquí pero, por el momento, no puedo y os voy a decir por qué: me levanto a las 6 de la mañana todos los días. Ordeño, barro los corrales y echo el pienso. Vuelvo a casa un momento para comer algo y echar una cabezá y salgo de nuevo para el campo. Cuando encierro las cabras es noche cerrá y, la mayoría de las veces, después de cenar me duermo porque ya no tiene uno treinta años (¡quién los pillara!). Algunas noches Elena me lee lo que ha escrito y vuestras respuestas y, hasta ahí llego.
Pero, el otro día nombré a Paco Toronjo y me quedé con ganas de hablaros más de él, porque ha sido el más grande en su especialidad y porque fuimos amigos. En mi carrera, me he llevao bien con todos mis compañeros, con algunos coincidí más veces y a esos les tengo más cariño pero hay otros, como Paco Toronjo, que han sido mis amigos en los escenarios y en la vida privada.
Cuando yo era un zagalote, participó en un concurso, Lluvia de estrellas, que duró un montón de tiempo y Paco lo ganaba to, una semana y otra… nadie podía con él y yo siempre pegao al transistor: ¡no se podía cantar mejor por fandangos de Huelva! Tenía una voz que parecía hecha pa esos cantes y aquel temperamento que, en un arrebato, te metía el cante en las tripas.
La primera vez que canté con él fue en la Feria de Sevilla. Paco seguramente estaría allí contratao y yo aún no me dedicaba a esto; me echó cuenta y estuvimos cantando un montón de tiempo… Yo, aprendiendo, pero, desde el principio, cuando que me he adentrao en los cantes de Huelva, siempre me ha parecido recorrer un paisaje familiar. Mi pueblo, Aznalcóllar, es mu aficionao al fandango, está pegao a la provincia de Huelva y el paisaje es el mismo. También los dejes, los sabores, los olores y la forma de vida se parecen; las fronteras ¿quiénes serían los mandamases que las dibujaron? Fronteras, para mí, son las montañas o el mar, puestas por la naturaleza el resto sólo son barreras artificiales entre vecinos.
Mis primeros tiempos en La Trocha de Sevilla
Fue en la Trocha[i] donde hicimos amistad porque los dos cantábamos allí muy a menudo: él como una figura del fandango y yo que, al principio, lo mismo cantaba por fandangos o por malagueña que silbaba músicas de Ennio Morricone o cantaba Las Palmeras, de otro de mis grandes amigos: Alberto Cortez. Luego, cuando grabé el primer disco y me dediqué a esto, seguí yendo a La Trocha pero ya como cantaor.
Paco, además de su gran talento cantaor tenía mucha comunicación con el público. Una vez, en Aracena, hacíamos un mano a mano. Los dos de pie; él con un vaso de güisqui y yo con una botella de agua cuando, desde las butacas, uno, con una cabeza mu grande, le dijo: Paco, no bebas más que ya estás borracho y miró pal tío, luego pa mí, como diciéndome ahora verás, se acercó al micro: ¿De dónde habrá salío el carnero éste? Y luego: Aquí, los tontos ¿A qué hora se acuestan? y, como tenía fandangos pa to, le cantó: “Zahúrda, eres el mayor berraco, que sale de una zahúrda, y aquí tengo el sacatraco, pa sacudirte las pulgas, que tienes en el sobaco”… La gente, con Paco, se emocionaba y también se reía. Con él tengo un saco de anécdotas vividas pero lo importante, para mí, es lo que Toronjo significó como cantaor.
Fue una víctima de aquella marginación contra el fandango, en la época en que él se encontraba más potente de recursos. Su obra grabada es un monumento a los cantes de Huelva y, cuando le empezaron a fallar las fuerzas, adaptó el fandango a sus facultades y siguió emocionando y transmitiendo chorros de autenticidad y de perfumes de su tierra.
Su cante es puro paisaje, sin contaminación; fandangos que antes sonaban folclóricos él los engrandeció y los hizo flamencos en su voz, sin desvirtuarlos ni restarles sabor. Si Paco no hubiera existido, seguro que el fandango de Huelva nunca hubiera tenido la dimensión que él le dio. Y, sin embargo, he tenido que escuchar, más de una vez, en su propia tierra, allá por los 80, a algunos aspirantes a cantaores, que se quedaron en el intento, decir que Paco había desvirtuao el fandango… que no lo hacía como era… que a veces no lo cuadraba… “Aquí, los tontos ¿a qué hora se acuestan?” … He sentido la envidia de otros en mis propias carnes y la reconozco por la pisá y, para esos envidiosos va esto, en desagravio al gran Paco Toronjo: “To aquel que no esté a tu altura/ será quien más te critique/ Y es tan ciega su andadura/ que aunque la venda le quites/ nunca verá su estatura”
Algunas veces me había dicho “Sobrino, un día de estos le vamos a decir a la Elena que organice un espectáculo para los dos, por fandangos” pero no se ponía por la obra. Un buen día se encajó por sorpresa, a media tarde, en el corral de las cabras, cuando ya vivíamos en Dos Hermanas. Venía vestido con una gabardina que le llegaba a los tobillos, unas gafas negras y una gorra visera encasquetá hasta el mocho y se plantó en la entrada: “Ya te puedes disfrazar de lo que quieras, que te conozco”, recuerdo que le dije. Nos dimos un abrazo y nos fuimos pa casa y tuvo al del taxi esperando en la puerta más de tres horas. Quedamos en que Elena montaría ese espectáculo para los dos y ella le puso “Dos voces para el fandango”. Hacía Paco una primera parte de fandangos él solo, luego yo la segunda con mi repertorio – soleá, seguiriya, malagueña… y al final salíamos los dos de pie a hacer fandangos a porfía, con el acompañamiento de las dos guitarras, Paco del Gastor y Segundo, que le tocaba a Paco. Era un buen espectáculo y muy encendío, con mucho contacto con el público y las ovaciones eran apoteósicas. Todavía recuerdo la emoción de Onofre López que decía: ¡esto no está pagao con na! ¡Esto no tiene precio!
Le decían que yo estaba ganando mucho dinero con sus fandangos y él, que era “el creador”, no pisaba escenario. Que eso no era cierto lo sabía Paco, yo y cualquier aficionao: ni él era el creador de su repertorio (en el flamenco sólo hay recreaciones) ni yo del mío: los dos bebimos de las fuentes que nos dio la gana y, ni Paco creó el fandango de Juan Mº Blanco, de Sta Bárbara, de Bartolo, del Comía, de Valverde… ni yo los compases de la bulería Luz de Luna o el fandango de Calaña, o Como el Viento de Poniente que son los cantes que más me han pedido en toda mi trayectoria. Nadie mejor que un cantaor conoce la dimensión de sus compañeros aunque no siempre, cuando le preguntan, dice lo que piensa. Paco les seguía el juego y luego, cuando nos veíamos, me lo contaba sabiendo que a mí me daba igual de to eso. Alguno, como Manolo Bohórquez[ii], le había llegao a decir que yo me estaba forrando imitándolo a él. Muy inteligente, Bohórquez… y por seguiriya, por soleá, por malagueña, serrana, bulería, también imitaba al Toronjo, porque El Cabrero, no existe. Nunca me he puesto en la personalidad de otro porque mi yo, y lo que lleva dentro, necesita tanto espacio que no cabe nadie más.
Paco, como toda montaña que se precie, tenía sus aristas pero a los amigos se los quiere como son y yo lo quería mucho y lo admiraba aún más. Trabajamos juntos, vivimos juergas, él estuvo en mi casa y yo en la suya, nos perdimos juntos por ahí hasta tres días, cantamos, bebimos, cada uno lo que nos dio la gana, nos reímos hasta de nosotros mismos, pero nunca jamás nos perdimos el respeto.
La última actuación “profesional” que le vi fue en Ayamonte y ya estaba tocao. Luego ya sería en homenajes que se le hicieron en Huelva pero tienen mucho que contar y no es el momento.
[i] Sala de fiestas, en la Ronda de Capuchinos, de Sevilla propiedad de los hermanos que formaban el grupo de sevillanas “Los de La Trocha”.
[ii] Crítico de El Correo de Andalucía