"Una vulgar noche de sábado acabo contigo. Moriste de manera estúpida y violenta, y no tuviste los medios para defender tu vida.
Tu huida a la seguridad fue un breve respiro. Me llevaste a tu escondite como un amuleto de la buena suerte. Te fallé como talismán; por eso ahora me presento como tu testigo.
Tu muerte define mi vida. Quiero encontrar el amor que nunca tuvimos y explicarlo en tu nombre.
Quiero hacer públicos tus secretos. Quiero borrar la distancia que nos separa.
Quiero darte aliento".
James Ellroy es uno de los mejores escritores vivos de novela negra. Procuro no perderme jamás sus letras y espero la oportunidad de que las fechas coincidan para acudir a una presentación suya. Ya llegará. De momento, hoy traigo a mi estantería virtual, Mis rincones oscuros.
Esta biografía de Ellroy bien podría leerse como una novela. En ella, el auto bucea en un tema que le ha marcado de por vida: la muerte de su madre. Contaba solo con diez años cuando, regresando a casa solo en taxi tras haber pasado el fin de semana con su padre, descubrió los coches de policía en el camino. Allí estaba su madre, en una cuneta, medio desnuda y estrangulada. Eso marca. La investigación no encontró al culpable. Eso también marca. En esta autobiografía Ellroy reconstruye, investiga, muestra al policía, a su madre.
Dividido en cuatro partes diferenciadas, la primera es la referida al asesinato y las horas posteriores. Hace un retrato de la investigación, del camino que tomaban las cosas y deja al descubierto detalles contradictorios que mantendrán pendiente al lector que los perciba para saber si se hizo algo con ellos. Con todo, uno tiene la impresión de que la investigación se diluye y también de que la familia de Ellroy no encaja la noticia del fallecimiento de una forma normal, lo cual hace perturbador un relato que ya de por sí lo es. La segunda parte, más íntima, habla de la vida del propio autor reflejando sus primeros años. Una vida de exceso en casi todo menos en cariño, un relato que es casi un disparo y que ayuda a comprender al niño que recibe la noticia de la muerte de su madre, y que deja vislumbrar al Ellroy que conocemos en el tono de sus libros. Esta parte nos permite además conocer al padre, ambientes, asustarnos, ser partícipes del humor tan peculiar que tiene el autor en sus libros. Y tras semejante velocidad nos sumergimos en la tercera parte, que nos da a conocer al policía Stoner, casos, obsesiones, muerte... encontramos sombras de las novelas de Ellroy aquí. Y finalmente, como en un círculo, finalizamos la historia en la cuarta parte, "Geneva Hillinker", el nombre de la pelirroja que abría el libro, el de su madre. La mujer que marcó la vida del autor, el misterio de su muerte.
Es fácil leer este libro de Ellroy como si fuera una novela, perder la perspectiva de que no lo es. Sin embargo, más allá de la importancia o no de descubrir al asesino, es un libro que uno finaliza con un regusto positivo, como a vieja canción de amor, a abrazo recuperado a conocimiento. Me ha resultado curioso como, en un momento en el que parecen estar de moda los libros que hablan de problemas irreconciliables entre pares e hijos, haya sido precisamente un provocador como Ellroy quien me haya puesto en las manos una historia de reconciliaciones. Y es que, al final, lo importante es el conocimiento, la sensación de haber recuperado algo que nunca se tuvo, aunque sea un fragmento de personalidad de aquella mujer a la que llamamos mamá.
Me ha gustado mucho Mis rincones oscuros, es un libro complicado, desgarrador, oscuro y a la vez esclarecedor. Uno no sale de él con la sensación de conocer mejor al autor, pero si con la de haber comprendido un par de cosas sobre la vida que tal vez no esperaba.
De vez en cuando disfruto leyendo libros de no ficción, sabiendo que aquello que se relata sucedió realmente, que de algún modo es historia ya sea del mundo o de una única persona. Y vosotros, ¿os animáis alguna vez con libros de no ficción?
Gracias.
PD. Fijaos hasta qué punto me ha parecido personal el libro, que esas palmeras que vi en la cubierta cuando lo comencé y que no me decían nada más allá de un paisaje habitual en algunas zonas, me recuerdan ahora a alguna de las excéntricas camisas con las que se ha podido ver al autor. Esa es otra de las maravillas de leer, nos enseñan otro prisma por el que mirar.