A empujones pequeñitos se me abalanza la dulce realidad; a bocaditos chiquitos de azúcar consumo el camino al andar, mientras la luna sube a su nube y mientras suave luego
baja despacito de su tobogán...
No hay prisa
en las noches calmas, porque todo pañoque cubra el cielo tejido es de transparente
hermosura y paz.
y abre bien ancho tus ojos, mi niño,
que alto y verde es el camino
que de vuelta nos lleva a casa.
Vende baratas tus desgracias,
que la risa que nace del llanto,
cubrir sabe de tierno manto
todos los valles de lágrimas.
Entorna pues los párpados,
en inclina tu mirada,
que para ver el cielo mismo,
son tus ojos mis ventanas.