Me cuesta tirar los periódicos sin volverlos a echar un ojo pues suele encontrarse en ellos momentos sublimes que gusto de saborear, algunas veces por segunda, las más por primera vez, ya que pasaron desapercibidos en una primera lectura.
El pasado 15 de octubre, por ejemplo, el periodista David Alandete recordaba, desde Washington (EL PAÍS, página 60), que Keith Richards (Rolling Stones) admitió en una entrevista a la revista digital NME.com haber esnifado, entre otras sustancias mucho más dañinas, las cenizas del cadáver de su padre:
Abrí la tapa de la urna y cayó un poco de mi padre en la mesa del comedor. Y pensé que no podía usar el cepillo y el recogedor para algo así.
El pasado jueves (también EL PAÍS, página 54, obituarios) se hablaba de la muerte de Irvin Kershner, verdadero director en 1980 de “El Imperio contraataca” tradicionalmente considerada firmada por George Lucas. A propósito de esto, el periodista Gregorio Belinchón se preguntaba:
¿Es posible que la mejor película de George Lucas no sea de Lucas?
El propio Lucas respondió en un comunicado posterior a la muerte de su amigo:
El mundo ha perdido a un gran director y una de las personas más auténticas que he tenido el placer de conocer. Kershner era un verdadero caballero. … En aquel momento yo tenía claro que no quería dirigir la segunda parte. Necesitaba alguien en quien pudiera confiar y que admirara. Ese era Kersh. Yo no quería que El imperio (contraataca) fuera otra simple secuela, otro episodio en una serie de aventuras espaciales: Kersh fue el tipo que me ayudó a hacerlo.
Leer esto y ponerme a pensar en la obra irregular de famosos estudios de arquitectura fue inmediato. Curioso comprobar como el paso por ellos de estudiantes talentosos o recién licenciados ha servido para impulsar carreras previamente consagradas. No pasa nada si se comparte con ellos los títulos de crédito. El pasado jueves hablaba alrededor de una mesa de lo hermoso que sería que nuestro taller de arquitectura sirviera simbióticamente para impulsar la carrera de quienes recién la inicien.
Por último permitidme que transcriba la frase de Juan Carlos Onetti que Juan Cruz nos recordó también el ya antes citado día 2 de diciembre (EL PAÍS, página 39, opinión, el secreto del Nobel):
Todo periodista debería tener al lado una mano que le golpeara cada vez que estuviera a punto de escribir una estupidez, informativa o sintáctica.
Ojalá pueda tener yo al lado, al menos de vez en cuando, la mano de Onetti sobre mi hombro.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/