Es difícil alcanzar las cotas de indignidad y vileza en las que se sitúa José María Aznar. Cuando el PP vive horas bajas se desmarca diciendo que no se siente vinculado con ningún partido y se ofrece para refundar el centroderecha. Todo eso sin que se le caiga la cara de vergüenza.
Actúa como si fuera ajeno a la corrupción, como si no hubiese hecho la lista de invitados a la boda de su hija, como si no hubiese hecho concesiones vergonzantes a catalanes y vascos, etc.
Esperemos que el ansioso Rivera no acepte su oferta de reestructuración y ni siquiera le dé cobijo en sus filas.
No me importa reconocer que cuando aparece este arrogante hombrecillo en televisión cambio de canal porque su rictus se me hace insuperable.
La Historia lo situará por debajo de su envidiado Rajoy.