Miseria de la bioética

Por Lbartolessi

La bio­éti­ca es la más tris­te de las dis­ci­pli­nas. Se desa­rro­lla en torno a deba­tes don­de sólo dos tipos de pos­tu­ras son posi­bles: la pro­duc­cièon de cria­tu­ras que gene­ral­men­te rayan, cuan­do no tras­pa­san, el lími­te de la mons­truo­si­dad, y el recha­zo argu­men­ta­do de lo que pare­ce­ría ser el cum­pli­mien­to de los sue­ños más ansia­dos por los seres humanos.

Por otra par­te, la bio­éti­ca se ve de ante­mano con­de­na­da a la este­ri­li­dad por­que, sean cua­les sean los resul­ta­dos de dichos deba­tes, su apli­ca­ción es poco menos que impo­si­ble pues­to que todo tipo de ins­ti­tu­cio­nes, civi­les o polí­ti­cas, que pudie­ran tener la res­pon­sa­bi­li­dad de hacer­los cum­plir, están domi­na­das por la corrup­ción, sumi­das en la impo­ten­cia o las­tra­das por la inep­ti­tud y la cor­te­dad de miras.

Y por si esto fue­ra poco la bio­éti­ca, hija de la nece­si­dad, ha veni­do a nacer y a desa­rro­llar­se en un mun­do don­de cual­quier recur­so a fun­da­men­tos sóli­dos, ya sean teo­ló­gi­cos o natu­ra­lis­tas, le está vetado.

Así pues, en el decli­ve de una civi­li­za­ción occi­den­tal mer­can­ti­li­za­da al extre­mo y ebria de indi­vi­dua­lis­mo sin sub­je­ti­vi­dad, la bio­éti­ca se alza como ulti­mo bas­tión de la viva razón con­tra los cie­gos algoritmos.

Y todos cree­mos saber de ante­mano cual va a ser el resultado.