Han pasado semanas desde que la vi y sigo hablando de ella. Shame es una película que se queda contigo horas, días, semanas. La autodestrucción de su protagonista, Brandon, un hombre de 30 y tantos años adicto al sexo, te llega y no te suelta. Y es que un tema que te podía parecer lejano y con el que tal vez no suponías identificarte te parece familiar, cercano.
Bajo mi punto de vista, el filme de McQueen no habla realmente y únicamente de sexo, sino de la importancia del afecto y de lo que conlleva una plena falta de amor y sentimientos.Brandon y su hermana Sissy son dos personas con un pasado oscuro y una historia familiar dolorosa. Sus vidas, apartamentos, trabajos, los espacios por los que pasan son lugares asépticos, fríos, neutros.
Brandon está solo. Solamente le acompaña el miedo. Miedo a una caricia y a comprometerse con alguien que le pueda sacar de su soledad, miedo a darle demasiado a su hermana y perder el control de las cosas, miedo a vivir. El sexo se convierte en una escapatoria perfectamente sustituible por muchas otras adicciones y trastornos de una sociedad que los fomenta cada vez más.Brandon se destruye poco a poco fundiéndose con otros cuerpos anónimos pero lo podría hacer dejando de comer, consumiendo alcohol o drogas o saltando a las vías de un tren.
Lo que retendré de Shame es que la soledad absoluta duele . La falta de amor total convierte la vida en una cosa fría e interminable (en una carrera a medianoche en plano secuencia que no acaba). Nada es fácil y hay que luchar muchas veces contra todo y contra uno mismo…Pero merece la pena intentarlo.