Monos butaneros, rayos (y centellas!); humor negro y con leche.
Escalofríos y originalidad. Lágrimas y más risas.
Personajes poderosos, como sus más que sobrenaturales poderes y unas cuantas vidas truculentas.
Me acuerdo que los llegué a odiar durante tan solo tres minutos, los primeros; no los comprendía antes de la pegadiza musiquita de créditos iniciales…
Pero del odio al amor hay un paso -¡puede llegar a ser mi lema!- y tras los créditos, llegó la verdadera tragedia:
sabes que te vas a enganchar y que, lo que es peor, van a formar parte de tu vida irremediablemente.
Porque, entre tú y yo, ¿cómo no te vas a identificar con unos superhéroes que no quieren serlo?
Te enamorarás de su absurda realidad que, al fin y al cabo, es la misma que la tuya.
Te digo lo mismo que me dijo la linda personita que me lo recomendó fervientemente entre desayunos y teclados:
“¡No te cuento más porque tienes que verla!”.
¿Acaso no te hace una de inadaptación heroica? ¿O hace falta que te caiga un rayo?
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