Al igual que un grupo de mamíferos con pezuñas y con una dieta carroñera empezó a internarse el el océano en el Eoceno superior para dar lugar a los actuales cetáceos, un grupo de aves terrestres evolucionaron desde el Mesozoico para dar lugar a las aves marinas.
Los recientes análisis genéticos y paleontológicos parecen confirmar que todos los grupos actuales de aves marinas evolucionaron a partir de dos géneros de aspecto muy distinto: Ichtiornix y Hesperornix. Mientras que Ichtiornix guardaba un gran parecido con las actuales gaviotas, Hesperornix ya había perdido la mayoría de los huesos del ala y no tenía capacidad de volar pero era un gran buceador.
Casi todas las actuales aves marinas descienden de estos dos ancestros primitivos, y han seguido evolucionando desde entonces hasta nuestros días. Una gran cantidad de estos cambios, tanto morfológicos como fisiológicos han estado relacionados con la búsqueda de alimento y con la manera de conseguirlo. Todas las aves marinas son carnívoras, alimentándose sobre todo de peces, aunque muchas de ellas consumen krill o incluso medusas.
Pero la forma de capturar esos peces es muy variada. Mientras que algunas, como las gaviotas, se tienen que conformar con capturar el alimento en la superficie del agua, otras, como los alcatraces y los piqueros, se lanzan en picado desde las alturas a 100 km/h para sorprender a los peces. En el último momento pliegan las alas y entran en el agua como un misil para alcanzar varios metros de profundidad.
Otras, como los cormoranes, pescan persiguiendo a los peces bajo el agua. Para ello, primero introducen la cabeza en el agua mientras nadan hasta localizar a una posible presa. Una vez que la ven, dan un salto en la superficie y se sumergen para bucear tras ella hasta que la capturan, aunque es cierto que la muchos de esos intentos acaban en fracaso. Durante la inmersión, los cormoranes solo usan sus patas para desplazarse y su cola como timón. Las alas permanecen pegadas al cuerpo ya que no las necesitan para bucear. Esta "inutilidad" de las alas para la pesca ha hecho que una especie de esta familia, el cormorán áptero de las Galápagos (Phalacrocorax harrisi) haya acabado prescindiendo de ellas.
Cuando un ancestro del cormorán áptero llegó al remoto archipiélago de Galápagos se encontró en un ambiente lleno de alimento en el que no había ningún depredador terrestre del que tener que huir volando. En esas condiciones y teniendo en cuenta que las alas no las necesitaba para pescar, esos apéndices resultaban solo un estorbo. A lo largo de miles de generaciones, los cormoranes que tenían alas más pequeñas resultaban más exitosos en la pesca y por lo tanto tenían un mayor éxito reproductivo. Actualmente, los comoranes de Galápagos tan solo tienen unas pequeñas alas no funcionales que seguramente acabaran perdiéndose completamente dentro de otras tantas generaciones.
Pero si hay una táctica que ha evolucionado en casi todos los grupos animales a la hora de conseguir el alimento esa es la piratería. ¿Por qué buscarte la comida si se la puedes robar al vecino? Y entre las aves marinas no podían faltar los piratas. Si en los mares tropicales son las fragatas las que roban el alimento a otras aves, en nuestros mares, son los págalos los que atemorizan y persiguen a otras aves marinas para que les entreguen sus capturas.
El págalo grande (Stercorarius skua) es el más grande y fuerte de todos los págalos, y acosa tanto a los pequeños charranes como a los grandes alcatraces. La estrategia de los págalos es perseguir a otras aves hasta que estas, agotadas y cansadas acaban soltando sus presas, tanto las que llevan en el pico como las que llevan dentro del buche. Pero además de piratas, los págalos grandes se comportan como auténticas aves de presa, pudiendo dar caza a aves más pequeñas o incluso de su mismo tamaño.
Además de los págalos grandes, otras tres especies de págalos pueden verse en nuestros mares: el págalo parásito (Stercorarius parasíticus), el págalo pomarino (Stercorarius pomarinus) y el págalo rabero (Stercorarius longicaudus). Estas tres especies, de menor tamaño que el skua, son también mucho más ágiles y son capaces de hacer quiebros en el aire con mayor destreza que su pariente.
Pero la paciencia tiene un límite y no son pocas las ocasiones en que se cambian las tornas y los ataques de los págalos acaban volviéndose en su contra, siendo sus potenciales presas las que acaban persiguiéndolos a ellos para quitárselos de encima.
Aparte de los especialistas en piratería, otras muchas aves pueden convertirse en piratas esporádicos si el hambre les aprieta. Incluso las pardelas, como pudimos observar hace unos días a varias millas de la costa asturiana pueden acosar y perseguir a las gaviotas para conseguir un poco de pescado.
Misiles, nadadores, buceadores y piratas han sabido adaptarse al medio marino y sobrevivir hasta nuestros días, pero tal como comentaba en la entrada anterior, todos estos millones de años de evolución no han servido de nada para adaptarse a nosotros. En tan solo 60 años, las poblaciones de aves marinas en todo el mundo han caído más de un 70% y nosotros somos los responsables directos de su desaparición.