Llegamos a Misiones y camino a El Dorado aprovechamos para bajar un rato en las ruinas jesuíticas de Nuestra Señora de Loreto y otro rato en las de San Ignacio Miní. La verdad es que estuvo buenísimo ver un poco cómo vivían en el 1600 los aborígenes guaraníes en estas tierras. Entender un poco cómo funcionaban las misiones jesuíticas, la dedicación de la orden por capacitar a la gente y “liberarlos” de la forma de vida que venían padeciendo.
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