Pues eso, que hay ciudades y lugares que se le entrañan a uno y no le sueltan nunca, como Londres, Tokyo o Buenos Aires. Y con Nueva Orleans era un amor anunciado, una maravilla, un sueño que se cumplió hace un año y que no dejo de pensar que un día viviré en la Pirate's Alley, en el French Quarter, donde Faulkner, en ese callejón tranquilo junto a la Catedral de San Luis y el Cabildo del que tuve la suerte de guardar una ilustración maravillosa. Viviré de una tiendecita de curiosidades, de libros o de un bar. Podré retirarme en una ciudad bella y venenosa, calmada y peligrosa a partes iguales.
Como las malas mujeres o los tahúres. El hombre no escoge la ciudad en la que vive. Es la ciudad la que escoge al hombre. Espero que me vuelva a mirar, me sonría alguna vez y me acepte. Porque sé que pertenezco allí más que a Madrid o a otros tristes lugares. Y guardo la esperanza de poder hacer un exitus como este, con mi banda, mis second liners, amigos y desconocidos.