Primera Generación DivinaGea y Urano, más poderosos que sus antecesores, los forzaron a marcharse y reinaron en su lugar. Poco tiempo después Gea y Urano engendraron una extensa descendencia: Un día que el dios del Cielo contemplaba a su madre desde lo alto, hizo caer sobre ella una lluvia fina que la fecundó y la hizo alumbrar todas las plantas, animales y pájaros, todos los mares, ríos y montañas. De ella nacieron luego:· Los Hecatónquiros, engendros monstruosos, enormes y violentos, de cien manos y cincuenta cabezas cada uno, llamados Coto, Briareo y Giges, «cuyo nombre no debe pronunciarse». · Los Cíclopes, criaturas horribles y fabulosas, de un solo ojo y espíritu soberbio y cruel, según algunos; pero hábiles artesanos, según otros, constructores de murallas gigantescas y maestros herreros, cuyos nombres eran Brontes, Estéropes y Arges. · Los Titanes son los primeros dioses con forma humana, no meras personificaciones de los elementos. Son doce, seis hembras (Rhea, Tetis, Temis, Tea, Mnemosine y Febe) y seis machos (Océano, Ceos, Creos, Hiperión, Japeto y Cronos, de mente retorcida). · Los Gigantes, nacidos de la sangre vertida cuando Cronos castró a Urano, eran veinticuatro criaturas enormes de aspecto terrorífico y fuerza invencible, dotados de hirsuta cabellera y piernas en forma de serpiente.rco es de crin de caballo · Las Erinias o Furias (Tisífone, Alecto y Megera) y las ninfasMelias, habitantes de los fresnos, surgidas también de la sangre de Urano cuando su hijo Cronos lo mutiló. · Es igualmente madre de Pitón, de Erictonio y de Tifón, habido con Tártaro, el último, el más terrible, al que luego derrotó Zeus. Segunda Generación DivinaLos primeros Titanes, hijos de Urano y Gea, está formada por:· Titanes (varones):
- Océano, el río que circundaba el mundo.
- Ceo, titán de la inteligencia.
- Crío, dios de los rebaños y las manadas, esposo de Euribia(hija de Ponto) y padre de Palas.
- Hiperión, el fuego astral.
- Jápeto, esposo de la oceánide Clímene y padre de Prometeo, ancestro de la raza humana.
- Crono, el más joven, que destronó a Urano y fue rey de los dioses.
- Febe, la de la corona de oro.
- Mnemósine, personificación de la memoria y madre de las Musascon Zeus.
- Rea, reina de los dioses con Crono.
- Temis, encarnación del orden divino, las leyes y las costumbres, y madre de las Horas y las Moiras.
- Tetis, diosa del mar.
- Tea, diosa de la vista.
- Otros titanes, hijos de estos primeros, son Prometeo, Epimeteo, Atlas, Selene, etc.
Y, para demostrar su descontento, sacudieron rabiosamente la corteza terrestre, hicieron temblar las montañas, produjeron terremotos, suscitaron fragores y desdichas sin fin sobre toda la haz de la tierra.Entonces Júpiter, creyendo con ello poner fin a tanto tumulto, los liberó generosamente. Pero fue un error. Lejos de calmarse, los gigantes, al verse libres, salieron en hordas de las cavernas subterráneas y se lanzaron con furia contra el Olimpo.Para alcanzar la espléndida morada de Júpiter, amontonaron las montañas, unas sobre otras, y ascendiendo sobre ellas arrancaron, desde allí, piedras enormes y las lanzaron, contra la cima luminosa cubierta de nubes.
Algunas de las piedras la caer sobre la tierra, formaron las colinas rocosas; otras caídas en medio del océano, hicieron surgir las islas.Más de diez años duro la feroz rebelión de los Titanes hasta que cansado, Júpiter, se decidió pedir ayuda a los Cíclopes, los gigantes que tenían un único ojo sobre la frente y que vivían encadenados sobre las húmedas cuevas junto al Tártaro.Descendió, pues, a las desoladas profundidades de la tierra y les dijo:--Concededme la fuerza de vuestros brazos, ¡oh, gigantes prisioneros! Y yo os librare para siempre de las cadenas que os aprisionan en estas cuevas, cargadas de malsanos vapores en las tinieblas del subsuelo.
Los Cíclopes que en las inmensas fraguas subterráneas, estaban forjando los rayos de Júpiter, abandonaron sus martillos e irguiendo sus gigantescas cabezas, contestaron: - Nuestra fuerza está a tu servicio, oh, divino soberano.Y le siguieron, dóciles, hacia la luz del sol, en la superficie de la tierra.El encuentro de los Titanes con los Cíclopes fue pavoroso, terrible feroz. Los Cíclopes blandían a millares las refulgentes espadas; los titanes arrojaban, furiosamente, gigantescas piedras.Se oyó un formidable grito de guerra y el eco llegó hasta el Olimpo y penetró en los oscuros abismos del Tártaro. Las piedras arrojadas por los gigantes chocaban ruidosamente, el clamor llegaba hasta las estrellas, los cuerpos enormes de los combatientes se mezclaban entre sí en la lucha salvaje y sus gritos desgarraban el aire.
Pero la batalla continuaba indecisa. Entonces, Júpiter, descendió en su carro dorado, al campo de batalla y se presentó como el ejecutor de la justicia divina, entre los enfurecidos gigantes.Su rayo poderoso cayó sobre los Titanes, le siguió un trueno ensordecedor, y un humo sofocante y espeso, envolvió, como un viento maléfico, las filas de los rebeldes.Aprovechando un tumultuoso desorden que siguió a esta aparición, los Cíclopes arrojaron, grandes piedra sobre los Titanes y Zeus les precipitó en las tristes cavernas del Tártaro de donde no irían a salir nunca más, Los custodiaban los cíclopes y los Hecatónquiros. A otros, como Atlas, los condenó a cargar el globo terráqueo. Algunos titanes que no participaron en la lucha fueron perdonados como Prometeo y Epimeteo.Aquella fue la última guerra que Júpiter hubo de sostener contra los rebeldes titanes.
Después de su victoria, el gran dios reinó indiscutido sobre la tierra y el cielo. Y desde su trono de oro, en los maravillosos palacios del Olimpo, no tenía más que hacer un gesto para que todos, hombres y cosas, le obedecieran ciegamente, al menos eso creía él.La rebelión de los gigantesEnfurecidos porque Zeus había confinado a sus hermanos, los Titanes, en el Tártaro, ciertos gigantes altos y terribles, con cabellos y barbas largos y colas de serpiente en vez de pies, tramaron un ataque al Cielo. Eran hijos de la Madre Tierra nacidos en la ática Flegras y su número alcanzaba a veinticuatro. Sin advertencia previa, tomaron rocas y teas y las lanzaron hacia arriba desde las cumbres de sus montañas, poniendo en peligro a los olímpicos. Hera profetizó tétricamente que los gigantes no podrían ser muertos por ningún dios, sino sólo por un mortal particular con piel de león y que incluso éste nada podría hacer a menos que se anticipase al enemigo en su búsqueda de cierta hierba de invulnerabilidad que crecía en un lugar secreto de la tierra.Inmediatamente Zeus consultó con Atenea y envió a ésta para que advirtiera a Heracles, el mortal con piel de león a quien Hera se refería evidentemente, cómo estaban exactamente las cosas; y prohibió a Eos, Selene y Helio que relucieran durante un tiempo. A la débil luz de las estrellas, Zeus recorrió a tientas la tierra, y en la región a la que le dirigió Atenea encontró la hierba, que llevó felizmente al Cielo. Los olímpicos podían ya luchar contra los gigantes. Heracles lanzó su primera flecha contra Alcioneo, el caudillo de los enemigos. Cayó a tierra, pero se levantó de ella vivificado, porque aquella era su tierra natal de Flegras. «¡Rápido, noble Heracles! —gritó Atenea— ¡Arrástralo a otra región!» Heracles tomó a Alcioneo a cuestas y lo arrastró hasta el otro lado de la frontera tracia, donde lo mató con una maza. Luego Porfirión saltó al Cielo desde la gran pirámide de rocas que habían amontonado los gigantes, y ninguno de los dioses logró mantenerse firme.Solamente Atenea adoptó una actitud defensiva. Pasando a toda prisa por su lado, Porfirión se lanzó contra Hera, a la que trató de estrangular, pero herido en el hígado por una flecha oportuna disparada por el arco de Eros, cambió su ira por lujuria y rasgó la magnífica túnica de Hera. Zeus, al ver que su esposa iba a ser ultrajada, corrió a la lucha con una ira celosa y derribó a Porfirión con un rayo. Volvió a levantarse, pero Heracles, que regresaba a Flegras en aquel preciso momento, lo hirió mortalmente con una flecha. Entretanto, Efialtes había vencido a Ares, obligándolo a arrodillarse ante él, pero Apolo hirió al desdichado en el ojo izquierdo y llamó a Heracles, quien inmediatamente le clavó otra flecha en el derecho. Así murió Efialtes. Y sucedió que, cada vez que un dios hería a un gigante —como cuando Dioniso derribó a Éurito con su tirso, o Hécate chamuscó a Cutio con sus antorchas, o Hefesto escaldó a Mimante con un caldero de metal candente, o Atenea aplastó al lascivo Palante con una piedra— era Heracles quien tenía que asestar el golpe mortal. Hestia y Deméter, las diosas amantes de la paz, no intervinieron en la lucha, sino que permanecieron aterradas y retorciéndose las manos; sin embargo, las Parcas manejaban las manos de mortero de bronce con mucha eficacia.Desanimados, los demás gigantes huyeron de vuelta a la tierra perseguidos por los olímpicos. Atenea lanzó un gran proyectil contra Encelado, quien quedó aplastado y se convirtió en la isla de Sicilia. Y Posidón arrancó una parte de la isla de Cos con su tridente y la arrojó contra Polibotes, esto se convirtió en la cercana islita de Nisiros, bajo la cual yace enterrado el gigante.Los demás gigantes hicieron una última resistencia en Batos, cerca de la arcadia Trapezunte, donde la tierra todavía abrasa y los labradores desentierran a veces huesos de gigantes. Hermes pidió prestado a Hades el yelmo de la invisibilidad y derribó a Hipólito, y Artemis atravesó a Gratión con una flecha, en tanto que las manos de mortero de las Parcas rompían las cabezas de Agrio y Toante. Ares, con su lanza, y Zeus, con su rayo, dieron cuenta del resto, aunque llamaban a Heracles para que rematara a cada gigante cuando caía. Pero algunos dicen que la batalla se libró en los Campos Flegreos, en las cercanías de Cumas, en Italia.Zeus y LedaCuentan que Leda caminaba junto al río Eurotas, cuando el señor de los dioses, enloquecido por su belleza, descendió de las nubes bajo la forma de un espléndido cisne blanco. Acto seguido, simuló ser perseguido por un ánguila. La muchacha, conmovida, lo recibió a la sombra de un árbol. En este punto la leyenda se bifurca. Para algunos Leda se entregó voluntariamente a los abrazos alados del dios; otros, en cambio, señalan que fue Zeus quien esperó un descuido de la joven, ocupada como estaba en acariciar sus alas a causa del efecto hipnótico que le causaban sus plumas blanquísimas. Recién entonces, todavía bajo la forma de un cisne, Zeus la estrechó contra su pecho y la forzó a amarlo entre graznidos impropios de una deidad que se jacta de inmortal.Lo cierto es que yacieron juntos y que esa misma noche, cuando Leda volvió al palacio, se vio obligada -por su marido y acaso también por la culpa- a yacer en el lecho con el rey.De esta doble unión nacerían cuatro seres fundamentales para la evolución de la historia.Leda se levantó antes de que la aurora rompa el horizonte, y en la clandestinidad de unas habitaciones secretas puso dos huevos. El primero contenía a Helena y Pólux, hijos de Zeus; y el otro a Clitemnestra y Cástor, hijos de Tindáreo. Helena sería nada menos que la mujer más hermosa del mundo, cuyo rapto por parte de Paris desencadenaría la guerra de Troya. Su hermana, Clitemnestra, de estirpe mortal pero no por ello menos encantadora, sedujo el corazón de Agamenón, rey de la liga griega que se embarcó a Illión para simular venganza.Cástor y Pólux, los gemelos dióscuros, integrarían el selecto grupo de marineros elegidos por Jasón, que luego serían conocidos como los argonautas.Zeus y EuropaEl rapto de doncellas parece ser una afición de los dioses. Los grupos de jóvenes paseando o juntando flores es algo irresistibles para ellos.Y es así como se encontraba Europa: junto a sus amigas estaba juntando flores cuando de pronto se vieron cercadas por una manada de toros. Entre ellos uno sobresalía del resto, era blanco inmaculado, deslumbrante, de aspecto manso y lucía un pequeño par de cuernos brillantes. Europa venció el miedo del principio y se fue acercando poco a poco hasta ofrecerle en el hocico su ramo de flores. El toro actuó como un cachorro, se revolcó en el césped gimiendo de alegría; entonces, cuando se puso de pie, Europa se atrevió a montarlo. Eros actuó y colocó a la doncella sobre Zeus. El toro paseó con Europa en el lomo, se acercó lentamente a la playa, se acercó al agua. En ese mismo instante se convirtió en un animal fuerte que se enfrentó a las olas con Europa en su lomo.Otra versión nos dice que el toro que se presentó ante la doncella era rubio, con una mancha blanca en la frente, y que emanaba de su cuerpo un exquisito perfume que anulaba al de las flores. Se detuvo ante Europa y mansamente comenzó a lamerle el cuello. La princesa se animó a tocarlo, lo acarició mientras le limpiaba la abundante baba que salía de la boca del animal. El toro se arrodilló ofreciéndole la grupa a la doncella. Ella no dudó y, en cuanto lo monta, el toro se lanza al mar.Por supuesto, el toro era Zeus.Zeus y Europa arribaron a una isla llamada Creta en donde se unieron debajo de un vasto plátano. Luego Zeus desapareció. De esta unión nacieron Minos, Sarpedón y Radamatis.Mitos de HérculesHijo de Zeus y de Alcmena, esposa de Anfitrión, fue concebido en una triple noche, sin que por ello se alterase el orden de los tiempos, ya que las noches siguientes fueron más cortas. Se dice que el día de su nacimiento resonó el trueno en Tebas con furioso estrépito, y otros muchos presagios anunciaron la gloria del hijo del dueño y señor del Olimpo. Alcmena dio a luz dos mellizos, Hércules e Ificles. Anfitrión deseando saber cuál de los dos era su hijo, envió dos serpientes que se aproximaron a la cuna de los mellizos. El terror se apoderó de Ificles, quien quiso huir, pero Hércules despedazó a las serpientes y mostró ya entonces, que era digno hijo de Zeus. Por otro lado, Hera, movida por los celos, resolvió eliminar al recién nacido enviando contra él a dos terribles dragones para que le despedazasen. El niño, sin el menor espanto, los trituró e hizo pedazos. Palas logró que se apaciguara la cólera de Hera hasta el extremo de que la reina de los dioses consintió en darle de mamar de su pecho al hijo de Almena. Se cuenta que Hércules, abandonando el pecho, dejó caer algunas gotas de leche que se derramaron sobre el cielo, formándose de esta singular manera la vía láctea o camino de Santiago. Los maestros más hábiles se encargaron de la educación de Hércules, Autólico le enseñó la lucha y la conducción de carros; Eurito, rey de Elia, el manejo del arco: Eumolpo, el canto; Cástor y Pólux, la gimnasia; Elio, le enseñaba a tocar la lira y el centauro Quirón, la astronomía y medicina. Su desarrollo físico fue extraordinario y su fuerza portentosa. Hércules era un gran bebedor, y su jarro era tan enorme que se necesitaba la fuerza de dos hombres para levantarlo. Cuando Hércules creció, Hera vertió en su copa un veneno que lo enloqueció y esta locura hizo que Hércules matara a su mujer y a sus propios hijos confundiéndolos con enemigos. Como castigo fue enviado con el primo de Hera, Euristeo, para servirle por 12 años. Euristeo, estimulado por Hera, siempre vengativa, le encomendó las empresas más duras y difíciles, las cuales se llamaron los doce trabajos de Hércules. Estas fueron: El león de Nemea, la hidra de Lerna, el jabalí de Erimanto, las aves de Stinfálidas, la cierva de Artemisa, el toro de Creta, los establos de Augías, robar los caballos de Diomedes, robar las manzanas de las Hespérides, arrebatar el cinturón de Hipólita, dar muerte al monstruo Gerión, y arrastrar a Cerbero fuera de los infiernos. De todos ellos salió victorioso el héroe y son otros muchos los que asimismo se le atribuyen, pues casi todas las ciudades de Grecia se vanagloriaban de haber sido teatro de algún hecho maravilloso de Hércules. Exterminó a los centauros, mató a Busilis, Anteo, Hipocoón, Laomedonte, Caco y a otros muchos tiranos; libró a Hesione del monstruo que iba a devorarla, y a Prometeo del águila que le comía el hígado, separó los dos montes llamados más tarde columnas de Hércules, etc. El amor, pese a las numerosas hazañas realizadas por el héroe, ocupó intensamente el espíritu y el cuerpo de Hércules. Tuvo muchas mujeres y gran número de amantes. Las más conocidas son Megara, Onfalia, Augea, Deyanira y la joven Hebe, con la cual se casó en el cielo, sin olvidar las cincuenta hijas de Testio, a las cuales hizo madres en una noche. El odio del centauro Neso, unido a los celos de Deyanira, fueron la causa de la muerte del héroe. Sabedora esta princesa de los nuevos amores de su esposo, le envió una túnica teñida con la sangre del centauro, creyendo que con ello impediría que amara a otras mujeres. Pero apenas se la puso el veneno del que estaba impregnada hizo sentir su funesto efecto, y penetrando a través de la piel, llegó en un momento hasta los huesos. En vano procuró arrancarla de sus espaldas; la túnica fatal estaba tan pegada a la piel que sus pedazos arrastraban tiras de carne. Las más espantosas imprecaciones contra la perfidia de su esposa brotaron de los labios del héroe, y comprendiendo que se acercaba su última hora, constituyó una pira en el monte Oeta, extendió sobre ella su piel de león, y echándose encima mandó a Flictetes que prendiera fuego y cuidase sus cenizas. En el mismo instante en que comenzó a arder la pira, se dice que cayó un rayo sobre ella para purificar lo que pudiera quedar de mortal en Hércules. Zeus lo subió al Olimpo y lo colocó entre los semidioses.Teseo y el MinotauroCuenta la leyenda que el Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre, era hijo de Pasifae, reina de Creta, y de un toro que el dios Poseidón había enviado al marido de Pasifae, el rey Minos. Cuando Minos se negó a sacrificar el animal, Poseidón hizo que Pasifae se enamorara de él y engendrara un ser medio hombre, medio bestia: el Minotauro. Después de dar a luz al Minotauro, Minos ordenó al arquitecto e inventor Dédalo que construyera un laberinto tan intrincado que fuera imposible salir de él sin ayuda. Allí fue encerrado el Minotauro. Durante 27 años, el hijo ilegítimo de la reina permaneció oculto en el inexpugnable laberinto de Cnosos, siendo alimentado con jóvenes víctimas humanas que Minos exigía como tributo de Atenas. El héroe griego Teseo se mostró dispuesto a acabar con esos sacrificios inútiles y se ofreció a sí mismo como una de las víctimas. Cuando Teseo llegó a Creta, la hija de Minos, Ariadna, se enamoró de él. Ella lo ayudó a salir dándole un ovillo de hilo que él sujetó a la puerta del laberinto y fue soltando a través de su recorrido. Cuando se encontró con el Minotauro dormido, golpeó al monstruo hasta matarlo, salvando también a los demás jóvenes y doncellas condenados al sacrificio haciendo que siguieran el recorrido del hilo hasta la entrada. Los historiadores, que no pueden evitar la tentación de concederle al mito cierto trasfondo de verdad, han explicado que el triunfo de Teseo debió de ser un símbolo de la definitiva decadencia minoica y del advenimiento de nuevas culturas provenientes del continente. Pero a muchos cretenses les sigue gustando visitar las ruinas de Cnosos y buscar en ellas la sombra del Minotauro.Perseo y la gorgona MedusaPerseo es un semidiós de la mitología griega, hijo de Dánae. Ésta había sido encerrada por su padre, Acrisio el rey de Argos, en una torre, para impedir que tuviera trato con varón, ya que una profecía le había anunciado que moriría a manos de su nieto. Sin embargo, Zeus se metamorfoseó en lluvia de oro y consiguió acceder a la estancia de Dánae y dejarla encinta.Dánae engendró a Perseo, y al enterarse Acrisio los arrojó al mar en un cofre. Tras vagar durante mucho tiempo a la deriva, llegaron al reino de Sérifos, donde fueron recogidos por Dictis, hermano del gobernante de la isla, el tirano Polidectes, que es para Perseo como un padre.La belleza de Dánae hizo que Polidectes también cayera enamorado de ella. Pensando que el joven Perseo podía ser un estorbo en sus planes intentó librarse de él mediante una estratagema. Esta consistía en hacer creer a todo el mundo que pretendía conquistar a la princesa Hipodamía. Polidectes pidió a los habitantes de la isla que le entregasen un caballo cada uno como presente para poder ofrecer como regalo a la princesa. Al no tener ningún caballo que ofrecerle, Perseo le prometió traerle la cabeza de Medusa, una de las tres Gorgonas que podía convertir en piedra a los hombres sólo con su mirada. Polidectles aceptó satisfecho el ofrecimiento, pensando que la misión era un suicidio y el joven nunca regresaría.Sin embargo, Zeus decidió ayudar a su hijo por lo que pidió a los dioses Atenea y Hermes que le prestaran su ayuda. Hermes le dio una espada con la que poder cortar la cabeza de Medusa mientras que Atenea le regaló un brillante escudo y le aconsejó sobre las tareas que tendría que realizar. Con el fin de encontrar el escondite de Medusa, Perseo fue en busca de las Grayas, tres brujas que sólo tenían un mismo ojo y un mismo diente y que compartían pasándoselos una a la otra. Perseo les arrebató el ojo y el diente, obligándolas a confesar donde estaba situada la residencia de Medusa a cambio de devolvérselos.En su camino, Perseo se encontró con las náyades, de las que consiguió un zurrón mágico, el casco de Hades, que permitía volver invisible al que lo llevara puesto, y unas sandalias aladas. Con la ayuda de estos objetos logró introducirse en la residencia de las gorgonas. Usando el escudo como espejo logró cortar la cabeza de Medusa sin tener que mirarla. De la sangre de Medusa nació el caballo alado Pegaso.