Los Relatos de Antigua Vamurta TAONOS (IV) Mitos, leyendas y viejas historias 4 de 23
Se habían encendido docenas de lumbres, que ocupaban el ancho del valle. En el centro de ese diminuto universo de hogueras, se levantaban las tiendas de los nobles y capitanes, entre las que se distinguía la majestuosa tienda del hermano del Conde, sostenida por puntales ribeteados en oro. —Gobernador. Mañana, antes de partir, ordenaré que la tropa calce las pieles sin curtir. El invierno nos acecha. —Sabia decisión, Ciros, señor. El frío será nuestro fiel compañero a partir de ahora. Pronto encontraremos nieve. Esperemos que el cielo sea benévolo con nosotros y no nos castigue con su rigor. —Me pregunto cómo nos recibirán en Taonos, si nos darán mercado o si serán hostiles. No era una cuestión baladí. Taonos era la única población conocida entre Arbot y las Gargantas, un pequeño núcleo fortificado por un alto muro circular, dotado de torres panzudas. Si en Taonos les vendían provisiones, la ida y la vuelta serían posibles sin hambre. El gran veguer de la Marca Sur se tomó su tiempo para contestar. Era una de sus prerrogativas, tras tantas campañas al lado del Conde y de su hermano, a quien prefería, pues a pesar de no ser tan resuelto, en su alma anidaba la auténtica nobleza. —Supongamos que nos esperan con las puertas cerradas y con las lanzas listas sobre la muralla. No sería un gran trabajo tomar ese bastión con las fuerzas que nos acompañan. —No. Pero nos ganaríamos otro enemigo, y éste nos esperaría, agazapado y herido, en nuestra retaguardia. Prefiero pagar. Los dos braseros de la tienda daban un gran bienestar a los dos caudillos que discutían sobre el mañana. Fuera, el aire del norte raspaba a los hombres y mujeres, tumbados cerca de los fuegos. El gobernador de la Marca Sur hizo un gesto desdeñoso y dijo: —Sí, mejor pagar. Nunca he comprendido por qué estos montañeses, de nuestra misma sangre, nos rechazan. ¡Todo serían ventajas para ellos! —El orgullo es gran pecado. Los dos lo sabemos bien…—contestó Ciros, mirando el blasón de la golondrina negra estampado en sus túnicas—. Mi hermano es un buen estratego, pero… Y, respecto a los salvajes. Nuestros dioses nunca han sido entendidos aquí, donde se adora a las fuerzas de la montaña, al trueno, a los ríos. Prefieren vivir asilvestrados, pobres y sin señor, a las comodidades de nuestra civilización.
Mitologías y relatos de Vamurta