Me acuerdo muy bien de tenerlo impreso en mí por una enfermera Devonshire, como un niño pequeño, que todos los hombres de Cornualles nacieron con colas; y pasó mucho tiempo antes de que pudiera superar el prejuicio así implantado en mi pecho contra mis vecinos de Cornubia. Miré a los que vivían en el Tamar como "extraños", como si fuesen apenas clasificados con personas cristianas, y ciertamente no se los asociara libremente con devonianos sin cola. Creo que mis ojos se abrieron ante el hecho de que fui engañado por un digno vendedor de libros de L--, con quien había contraído una cálida amistad, ya que en varias ocasiones había contribuido con fotos en mi álbum de recortes. Recuerdo que un día resolví abordar el delicado tema con mi amigo de cola, a quien me gustaba, a pesar de su apéndice caudal.
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