No pretendo hablar sobre el amor romántico, porque los poetas y sacerdotes de todas las culturas en todos los tiempos lo han descrito. Pero sí diré algo sobre el amor en la pareja: Actualmente suponemos que la vida en pareja es algo favorable, y estamos condicionados para encontrar al príncipe azul o a la princesa rosa. Habitualmente, ese “encuentro” sucede cuando sentimos una fuerte atracción sexual por el otro.
En seguida interpretamos que “eso” es amor. Y sobre la base de “ese” amor, armamos nuestros proyectos de seguridad. Las mujeres buscamos protección, sobre todo si creemos que en el futuro tendremos hijos. Los hombres buscamos suavidad y amparo.
En esa letra chica figuran los hijos de matrimonios anteriores, los ex cónyuges con sus propias exigencias del pasado, las familias ascendentes con sus diferencias culturales o ideológicas, el mal humor de nuestro cónyuge, la debilidad, los malos hábitos, la pereza, la adicción al trabajo, las enfermedades, la incapacidad para generar dinero, la inestabilidad, el olor a cigarrillos y todos los pecados que parecen multiplicarse y manifestarse en ese individuo que duerme en nuestra cama.
Creemos que la culpa es del otro, claro. Y que todo se solucionaría si el otro hiciera eso que nosotros queremos que haga. ¿Qué pasó? Pasó que “antes” tampoco hubo amor. Tal vez hubo deseo. Miedo. Necesidad de resguardo. Necesidad de compañía. Necesidad de crear una ilusión. Hubo necesidades a granel. Es decir, hemos utilizado al otro para satisfacer necesidades primarias. Pero resulta que el amor es otra cosa. El amor es ofrecer y poner a disposición todo lo que el otro necesita o desea. El amor sólo pretende complacer. El amor es altruismo puro. El amor ama. Nada más. No pretende nada para sí.
Por eso, si tenemos muchas quejas con relación a nuestro partenaire, primero observemos si alguna vez lo hemos amado. Luego decidamos si estamos dispuestos a empezar a amarlo, a partir de hoy.
Laura Gutman.