"Y así el Señor dejó libres a los dioses y los dividió en trescientos arriba y trescientos abajo constituyéndolos en guardianes del mundo. Agradecidos los Anunnaki edificaron un santuario, elevaron la cima del Esagila y luego de haber alzado una torre con gradas establecieron en ella una nueva morada para Marduk.
Cuando los grandes dioses se reunieron en asamblea alabaron a Marduk e inclinándose hacia la tierra pronunciaron un conjuro para poner la vida de la humanidad en peligro. Por el agua y el aceite juraron hacer peligrar la vida del hombre.(16) Entonces dijeron: “los ‘cabezas negras’ deben esperar de nosotros la salvación y aunque puedan llamar a Marduk con sus cincuenta nombres, él es el Señor”.
Las estrellas brillaron y todos los seres creados por los dioses se alegraron. También la humanidad se reconoció en el Señor. Por ello, que haya memoria de todo lo ocurrido. Que los hijos aprendan de sus padres esta enseñanza. Que los sabios escudriñen el sentido de El Canto de Marduk que venció a Tiamat y logró el reinado."
EL CAOS ORIGINAL
Cuando en lo alto el cielo no había sido nombrado y en lo bajo la tierra no había sido mencionada, del Abismo y la Impetuosidad se mezclaron las aguas. Ni los dioses, ni las marismas, ni los juncales existían. En ese caos fueron engendradas dos serpientes que durante mucho tiempo crecieron en tamaño dando lugar a los horizontes marinos y terrestres. Ellos separaron los espacios, ellos fueron los límites de los cielos y la tierra. De esos límites nacieron los grandes dioses que se fueron agrupando en distintas partes de lo que era el mundo. Y estas divinidades siguieron engendrando, perturbando así a los grandes formadores del caos original. Entonces, el abismal Apsu se dirigió a su esposa Tiamat, madre de las aguas oceánicas y le dijo: “El proceder de los dioses me es insoportable, su jolgorio no me deja dormir, ellos se revuelven por su cuenta siendo que nosotros no hemos fijado ningún destino”.