A treinta minutos de Hiroshima está el paraíso, quiero decir Miyajima en la isla de Itsukushima en el mar de Japón. Para llegar se coge un tren desde Hiroshima hasta Miyajimaguchi y de ahí puedes escoger entre el ferry gratuito, con el JR Pass, que tarda 5/10 minutos en los que ni a mí me dio tiempo a marearme.
Itsukushima se consideró un sitio sagrado durante muchos siglos, las mujeres tenían prohibido su entrada y las personas mayores se enviaban a morir a otro sitio. La isla en sí todavía tiene ese estilo sagrado si sales de la zona turística y toda ella está invadida por ciervos. Miyajima no es muy grande pero hay una estación de policía, correos, un acuario, un museo de historia folklore, un parque recreativo y, por supuesto, gente viviendo. La famosa puerta O-Torii de 16 metros de alto y 60 toneladas de peso se ve desde prácticamente cualquier sitio y puedes verlo con la marea alta o esperar a la marea baja e ir a tocarlo. Con la marea alta puedes alquilar un barquito pequeño donde te meten con otro montón de turistas y te dan un vuelta por la O-Torii. Con la marea baja toooodo el mundo baja a tocarlo: Una marea de turistas acompañados por algunos ciervos que comen restos de raíces que deja el mar. Si conseguís llegar a sus pies veréis que la gente deja monedas enganchadas en la zona cubierta de agua de los pilares, supongo que da suerte.
El puesto de información tiene un cartel con la hora de las mareas. Y se encargan de recordarte una y otra vez que es una de las tres vistas de Japón más bonitas. Si te apetece soltar 300 yenes por verlo de frente y entrar en el templo vacío con las pasarelas de madera antiguas para que no se tocara el suelo podéis hacerlo pero no vale la pena.
Una vez cansados de hacer fotos al O-Torii y a la pagoda de 5 pisos podéis subir al Parque Momijidani y de ahí coger un teleférico para tener unas vistas de la isla. Yo no llegué porque mientras intentaba llegar por el camino largo de dos horas se puso a llover como si no hubiera mañana. Tuve que parar bajo un refugio y hacerme amiga de una familia de ciervos, mientras dejaba que una araña me picara en la pierna y darme un susto de muerte al confundir una piel de serpiente de 4 palmos con una serpiente de verdad.
De todo lo que vi yo me quedo con el templo Daishoin. No tiene mucho de especial, además de ser el principal templo de la rama Omuro de la denominación Shingon del budismo. Eso lo dice el papel que te dan en información. Pero aprovechando la lluvia y que los turistas se habían ido quedó como un remanso de paz entre la naturaleza, las esculturas y yo.
No me olvido que la ciudad también presume de tener la cuchara más grande del mundo. Yo me la encontré de casualidad cuando ya salía del pueblo mientras escuchaba a unos españoles gritones preguntarse porque vendían cucharas en todos los puestos de souvenirs.
Recuerda que el último ferry sale a las 22h de la isla pero los turistas desaparecen a las 17h cuando cierran las tiendas y la isla queda desierta. Así es cierto que la isla se ve en un día pero yo os recomiendo que durmáis una noche ahí o que os vayáis con los últimos ferrys. Cuando las tiendas han cerrado, los camareros dejan de gritarte para que entres a comer ostras y los guiris se han ido aparece un lugar mágico. La Torii roja queda iluminada y los ciervos toman aún más las calles sabiendo que no van a ser molestados buscando a los turistas rezagados de quienes comerse ese papel que sobresale por el bolsillo. Queda entonces un silencio roto por el mar, los gritos de los ciervos y el olor a ostras que sale de algún restaurante.
Ahis…asi, sentada en el curro esperando a ver a un paciente que parece considerar al cepillo el enemigo publico numero uno, realmente parece el paraiso!!
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