En política todo tiene un precio, porque todo está a la venta para el mejor postor. Más aún si hablamos de política en un país profundamente corrupto como España, donde la clase dirigente adolece de personas preparadas y dignas y está completamente contaminada por profesionales de los partidos políticos cuya facilidad para cambiar de principios y hasta para carecer de ellos es realmente digna de estudio.
A principios de mayo el impresentable presidente Pedro Sánchez necesitaba apoyos para prolongar sus tácticas de confinamiento de la población como herramienta decisiva para seguir imponiendo la agenda globalista de su dueño y señor George Soros. Los independentistas catalanes y vascos andaban enrrabietados como niños caprichosos y en esa ocasión querían demostrar a Sánchez que lo tenían agarrado por donde más duele. De modo que el socialista acudió a otro de los siervos del globalismo. Llamó a la puerta de Inés Arrimadas y consiguió que los escasos diputados que afortunadamente le quedan a Ciudadanos votasen a favor de los planes de Sánchez. ¿A cambio de qué?
¿Realidad o ficción?
Quizás salgamos de dudas antes de 2021.