El arte está lleno de nombres como Leonardo, Miguel Ángel, Goya o Gauguin, en su gran mayoría hombres, pero si le quitamos sus vírgenes, majas y tahitianas, ¿qué queda? Seguramente solo otra pregunta: ¿qué fue primero, el artista o la modelo? O aún más lejos: ¿qué se esconde detrás del desnudo de un cuadro? La respuesta empieza por el nombre de la modelo. Es el caso de Dulcinea Segura, una ex modelo artística que nos presenta más que una novela, la clave de la historia del arte: el pensamiento en el fondo del ojo.
Colocarse en la pose significa entrar en el dolor. En cuanto me quedo quieta en la postura empiezo a sentir un enjambre de calambres que se desplaza de un lugar a otro. El silencio es una amenaza constante. Soy demasiado cuerpo hoy. Así nos describe la experiencia del modelaje artístico la escritora argentina Dulcinea Segura (Buenos Aires, 1975), en su novela Modelo viva (Edit. Caleta Olivia, 2018). Dulcinea ejerció como modelo de desnudos para escuelas de arte entre Barcelona y Buenos Aires. Con un ritmo pausado y una prosa de monólogo envolvente que se narra así mismo generando una sensación de extravío entre los recuerdos y la imaginación, Dulcinea nos comparte la experiencia del desnudo, donde lo último que interesa es el ser vista como la de conservar una pose por ocho minutos o dos horas, en el que el peso de los huesos se siente, los músculos se contraen mientras la imaginación vuela lejos del cuerpo y el espacio ocupado, como ella misma nos declara: porque el cuerpo es presente, no puede estar ni atrás ni adelante, está sucediendo en ese momento, en cambio la mente puede adelantarse y estar en mil lugares a la vez. Y a dónde iba mi mente era a mi mente. O percibir una mirada de morbosa entre treinta dibujantes, como si captara una energía de algo más que pintar.
Aunque el modelaje vivo involucra la quietud, la historia de Dulcinea es una metáfora del movimiento. Durante El Proceso (1976-1984) en que los militares gobernaron la Argentina, Dulcinea y su familia hubieron de emigrar a Europa. Llevaron una vida en permanente movimiento, incluyendo un viaje cual autonautas de la cosmopista que los llevo a París el mismo día en que moría Cortázar. Con el regreso de la democracia en su país, Dulcinea pudo regresar a su tierra. Pero no por mucho, pues otra vez, ya adulta se lanzaría al viaje. Ella, además, es danza terapeuta e investigadora. Y su experiencia con la quietud vino de sus días de viajera cuando se dedicaba a hacer de estatua viviente en La Rambla en Barcelona. Fue allí que una amiga me dijo para hacer de modelo viva y todo empezó. La primera vez fue la primera vez para todos, porque eran todos pibes de 16 años de una clase.
A partir del 2003 y hasta su publicación el año pasado, Dulcinea estuvo trabajando en la recopilación de sus experiencias como modelo viva, anotándolas y luego concatenándolas y puliéndolas hasta recoger la actual novela. La crítica literaria Mara Laporte describe el libro como "un espacio hibrido en el que se entrecruzan la ficción, el diario y la crónica". Y es cierto. Muchos de los pasajes tienen la frescura de haber sido escritas ayer, hay una presencia del presente que recorre el libro. Uno puede leerlo y fluir como quien da un paseo. Además, la novela tiene una estructura fragmentaria, de modo que cada capítulo es autocloncusivo, e invita a leerlo como si fuera un poema. Algunas reiteraciones, del silencio, la fuga en la mente, la pose, el tiempo que se estira o simplemente desaparece llevan al lector a sentir la serenidad con el cuerpo o incluso llegar más lejos, e intuir el cuerpo como al tiempo dentro de una ficción, durante el cual, lo único real, el único aquí y ahora, es la mente, que es lo único que no deja de suceder.
Algo que sorprendió a la autora del libro durante su redacción es la escasez de testimonios personales de modelos vivas. Como ex modelo es consciente que este sea posiblemente el primer libro en lengua española que trata del asunto desde dentro. Y es doblemente valioso porque al meternos en la mente de la modelo que está siendo retratada en su desnudez, podemos ver a donde se mueve su mente y sobre todo que mira, a quien mira. Es como meterse en el secreto de la esfinge, saber que piensa la Maja de Goya o por qué sonríe la Mona Lisa. Como señala Kareen Spano, cabeza del colectivo Los paganos de la que pertenece Dulcinea, “la relevancia de la novela de Dulcinea aquí en Perú, es la misma que en cualquier otra parte. Hasta donde sabemos no hay testimonios en la literatura de una experiencia narrativa sobre las modelos vivas en el arte. Su novela es la perfecta metáfora de lo que ha sido por siglos la mujer: un objeto silencioso de deseo e inspiración. Y ahora es momento de que hable”.
Algunos me sacaron el perfil, la barbilla puntuda, la nariz afilada, otros encontraron la curva de las cejas, otros la tenue caída de los pechos (¡desgraciados!). Hay otro que parece haber capturado un pensamiento en el fondo del ojo. Pero hay uno en particular donde me veo yo, así nomás, al natural, que el hábil pintor pesca en lo que dura un suspiro.