La huelga de Iberia me ha bajado a la tierra toda la semana y llego al viernes agotado después de haber impartido cuatro talleres y haber conducido 2.500 kms... En Granada después de una estupenda mañana de clase disfruté de una formidable comida con vistas a la Alhambra y las responsables de tres Colegios Mayores Universitarios. Hablamos de la imperiosa necesidad que tenemos de dar a nuestros jóvenes, modelos poderosos que les despierten del "letargo" en el que viven y se den cuenta que vivimos en un mundo para el que quizá sus estructuras mentales todavía no están adaptadas.Hace unos meses leí un pequeño relato de Honoré de Balzac sobre la figura de Napoleón. En él cuenta el deslumbrante ascenso del teniente Bonaparte al trono imperial del mundo de la época, no simplemente como el triunfo de una persona, sino como la victoria de la idea de la juventud. Con él dejaba de ser necesario haber nacido príncipe o noble, para alcanzar el poder a una edad relativamente temprana, y ser general con veinticuatro años, soberano de Francia a los treinta y poco después emperador del mundo entero. El éxito de Napoleón despertó a toda una generación de jóvenes dedicados a pequeños oficios para impulsarles a una ambición más elevada. Bonaparte procedía del mismo estamento que ellos; su personalidad se había fraguado en una casa como la suya; se había formado en un instituto como el suyo; con los mismos manuales que ellos usaron... Este ejemplo -independientemente del juicio que hagamos del "hombre político"- nos da luz sobre la enorme fuerza que encierra cada persona, por sencilla y corriente que parezca. Todos tenemos enormes posibilidades latentes, con frecuencia escondidas para nosotros y que con un impulso exterior, un modelo o una referencia a la que imitar seríamos capaces de sacar a la luz.Junto con esos modelos e ideales, es sin duda necesario un elevado nivel de exigencia. Querer a nuestros jóvenes de verdad es tener el valor de exigirles, de darles responsabilidad -y que nos la demuestren-, de fomentar en ellos la fortaleza, la capacidad de afrontar dificultades con serenidad y temple, de aprender a valorar más las personas que las cosas.Y es que para luchar contra la mediocridad debemos tener claro que no basta con desearlo con intensidad sino que debemos enreciar nuestra voluntad, buscar ayuda, hacer acopio de humildad para superar los vaivenes de la vida y poner en nuestra vida referentes y modelos que realmente valgan la pena.¡Busca tu modelo y ponte a cambiar!