Ya os presentamos ‘Modern family’ hace un cierto tiempo. Como pasa con muchas series, el nuevo modelo de visionado ha hecho el resto: lejos del sistema de reposiciones implantado hace años, Internet posibilita que, con independencia de los medios para lograrlo, cualquiera sea capaz de ver, en cualquier momento, el programa, serie, temporada y episodio que a cada uno le apetezca. Así que el fenómeno viral, el boca a oreja, lo que sea, ha funcionado y raro es quien, con un interés mínimo, no haya tenido ocasión de ver uno o varios capítulos de esta brillante serie americana.
La cuarta temporada ya está en marcha y la tercera, acaba de salir en dvd, mientras que la trama no presenta grandes cambios: nuestras tres variopintas familias continúan con sus existencias, un puntito más dramáticas en los capítulos de conexión.
Phil Dunphy sigue siendo ese entrañable y voluntarioso (me recuerda al añorado Michael Scott de ‘The Office’ en su curiosamente efectiva torpeza) padre de familia, incómodo en su socialmente impuesto papel de encarnar los valores de madurez y responsabilidad. Sigue obsesionado por su “suegra” Gloria, sigue intentando, a capa y espada, encarnar para su suegro el ideal de yerno. El primer capítulo de la tercera temporada, la visita familiar al rancho, es un brillante ejercicio donde se provocan situaciones límite.
Claire, MILF oficial del mundo catódico, busca consolidar su persona al margen de su papel ejercido de ama de casa. Buscará proyección y reconocimiento social.
Luke, Haley, Alex, hijos que crecen y ante cuyas existencias se interponen diferentes situaciones que ponen a prueba sus dispares y desiguales accesos a sucesivos grados de madurez.
Jay, Gloria y Manny continúan con su convivencia marcada por el choque cultural, por el conflicto generacional a varios niveles y por el curioso gusto en el vestuario de Manny.
Haré un inciso; en el intervalo entre el primer artículo en El Ninho Naranja, Sofía Vergara se ha convertido en un absoluto icono global (dicho sin segundas) y en una especie de representación majestuosa del emergente poder latino en Estados Unidos. Todo ello sin más que dos poderosas razones (dicho sin segundas): una discreta popularidad como modelo y su aparición en esta serie, teóricamente, en un papel secundario. Así que tiene que apechugar con esa enorme fama (dicho sin segundas).
Y finalmente, Cameron y Mitchell contemplando como su hija adoptada crece, atravesando su vía crucis particular en el intento de adoptar a un bebé, ahora varón y americano, y constatando como su vida social junto a amigos de estrambóticos nombres pasa a un segundo plano en pos de la familiar.
Reconociendo que el nivel alcanzado es muy notable, que hay capítulos memorables con escenas originales, descacharrantes, con un humor que oscila entre lo gamberro aunque alguna vez coquetee con lo sentimental, y que, junto a ‘The Big BangTheory’, estemos ante una de las comedias más brillantes de la actualidad (pues ‘Entourage’ finalizó y ‘The Office’ atraviesa un laberinto sin salida sin Steve Carell), he de expresar mis temores a que la fórmula de la serie ande discurriendo por dos caminos paralelos con final incierto:
a) los personajes, sus rasgos principales, están explotados y sus reacciones corren el riesgo de empezar a incurrir en lo previsible y en el estereotipo; la única evolución que puede deparar sorpresas es algún giro sorprendente en la transformación de los personajes infantiles, en como maduran y se relacionan con su entorno. Sería, entonces, una pena que
b) Modern family abandonara la transgresión conceptual de su origen para convertirse en una foto fija de adolescentes haciendo trastadas y padres severos pero comprensivos contemplando sus trompazos con las tiritas y el abrazo comprensivo paterno-filial, preparados bajo fondos musicales de piano azucarado. ‘The Big Bang Theory’ corrigió el rumbo, sin ser tan necesario, a través de la incorporación de nuevos personajes, o la simple cesión de protagonismo a algunos secundarios.
Serie voluntariamente coral, no debería ser difícil para los guionistas optar por algún giro de incorrección y novedad que aportara algo más que risas y evanescencia aseguradas, que hurgara algo más en la herida, aunque fuera a costa de desconcertar a la audiencia: se me ocurren muchas cosas que no se han probado (golpeo de la crisis, problemas en la pareja gay, tanteos de emparejamiento interraciales en las adolescentes, escarceos con drogas o homosexualidad en los niños) y que quizás sacarían a la serie del cómodo camino de audiencias millonarias en las que su configuración actual la mantiene, pero que harían que quienes esperamos algo diferente a lo de siempre, empezáramos a abandonar cierta mirada que, últimamente, se tiñe de leve escepticismo.
Los que estéis siguiendo ya la emisión actual, decir que atentos al cameo de Matthew Broderick y para los que os queráis lanzar sobre la edición en dvd, mucho ojo a los extras. Bastante divertidos, con mucho making off típico en estas cuestiones pero con algunas perlitas de interés como las tomas falsas y el inside of de un día en la vida de rodaje de Ty Burrel. El capítulo elegido no podría ser mejor… lo dirige Bryan Cranston.