Las personas se rinden cuando no saben qué más hacer y pierden toda esperanza. Pero no todas los que llegan a ese extremo, lo hacen del mismo modo. Hay quién se rinde enfermando. También quién lo hace emigrando, quién para rendirse utiliza una droga, y aquellos que en su rendición encuentran una forma más sana de vivir.
Yo trabajo con padres/madres e hijos/hijas, y en cuanto a relaciones humanas se refiere, esta es la que más rendiciones acumula. Una madre se siente desfallecer cuando no comprende el llanto de su bebé. Cuando se rinde, acude a otras personas preguntando si su "peque" está sano. Más adelante, la muchachita comenzará el proceso de diferenciación, y dirá "no". En ocasiones de forma tan contradictoria que se negará a hacer cosas que le "gusta" hacer, por el simple hecho de decir "no". Está comenzando una nueva etapa. La rendición en este aspecto comienza en el momento que se interpretan los "no", como niños y niñas desafiantes. Tienen entre dos y tres años, aún no conocen lo que significa la palabra desafío. Están conociendo la reacción de los adultos ante un "no", y de ahí aprenderán que uso harán de tan rara palabra. En este caso ya puede haber rendición por parte de los adultos, pero también por parte de los niños. Porque una persona que no tenga suficiente conocimiento de las etapas de desarrolo infantil, interpretará un desafío, y posiblemente pensará en el castigo.
Aparece la etapa escolar, con las tareas para el hogar, un verdadero calvario para muchos padres y madres. En este caso, un niño o niña se rinde cuando decide que "no sabe" o que "no vale la pena" ese esfuerzo. Sus mayores se rendiran, unas veces porque no les funcionaran los castigos que conocen, y otras porque dirán, si no quiere estudiar, que se aguante, ya aprenderá ya... haciendole a veces ese tipo de "amenazas" veladas a sus hijos.
Continúamos con la adolescencia, etapa difícil, porque el pequeño, no es un niño o niña, pero tampoco es un adulto o adulta. Es una persona que adolece, es decir, que le falta. Le faltan conocimientos y experiencia de vida, pero le sobra energía, por eso cree que está en disposición de hacer todo lo que desea y más. Lógicamente, eso choca con la vision de los adultos, que estamos convencidos de que la falta de experiencia puede pasarles factura. Cuando los adultos o los niños, se rinden en esta etapa, puede llegar a un puerto irreconciliable. No pocos adolescentes se han "divorciado" de sus padres, se han rendido. Y no pocos padres y madres, dicen, con una mezcla de alivio y pesar, "estoy mejor ahora que se ha ido".
Cuando un pueblo se rinde ante otro, quedan rencores y tristezas. En la relación padre/madre-hijo/hija, cuando existe una rendición, del tipo que estamos nombrando aquí, también quedan rencillas, tristezas, y heridas emocionales. Ambas partes sufren, ambas partes quedan "marcadas".
En el próximo artículo escribiré sobre las claves para detectar cuando estamos a punto de rendirnos....
Teresa García.
Psicologa clínica.
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