Flequillo de Moe, o de Letzy, pues es el mismo
Un día te levantas y tienes una idea maravillosa, como todas las tuyas: vas a cambiar un poco tu look. Tienes el pelo largo, por la cintura, desde hace años. Ni rastros quedan del último corte que te has hecho y estás aburrida de tu rubio oscuro.Entras en una peluquería que no conoces (aviso importante: el amable lector no ha de seguir tus pasos, ¡jamás!). Te atiende un muchacho de excelente aspecto, tan bueno es su aspecto que piensas que deberías haberte maquillado y peinado antes de entrar. El coiffeur está bronceado, viste una camiseta blanca muy ajustada que no deja imaginar los fantásticos abdominales marcados que hay debajo dado que los muestra claramente, tiene un corte de pelo muy moderno y ¡lleva los ojos pintados con delineador! —¿Qué quieres que hagamos guapa? —te pregunta mientras se mira en el espejo. A la vista está que el muchacho gusta de sí mismo. Esperas que en el momento en el que empiece a cortarte el pelo deje de lado su adicción por ver su reflejo cual Narciso porque te preocuparía que no te mire mientras tiene tu cabello en una mano y una tijera en la otra. —Quiero que mi pelo tenga más volumen, darle forma, y lo veo muy opaco.—Podemos hacerte unas mechas rubias, unas pocas, muy finas, para que te quede natural, eso te dará brillo. Y luego te puedo cortar el pelo en capas, eso te va a dar movimiento —te dice sin dejar de mirarse. —Lo que no quiero es perder el largo.—Un poco hay que cortar guapa, las puntas las tienes fatal.—Bueno, pero lo mínimo —accedes.En eso quedas, ese es el pacto que tú creíste haber hecho con el coiffeur de abdominales envidiables: unas poquitas mechas y un corte que mantenga el largo de tu pelo.¿Cuál es tu aspecto al salir de la peluquería? (aviso importante bis: la autora no se responsabiliza por el impacto que la siguiente descripción pueda causarle al amable lector): llevas el pelo platinado a lo Marilyn Monroe, te cortó las puntas abiertas, las cerradas y todas las que quiso, y lo peor, lo que hace que quieras llorar hasta que tus glándulas lagrimales te digan que no pueden producir una sola gota más: ¡te hizo flequillo! Si hubiera un abogado que quisiera representarte en un juicio utilizarías sus servicios. Nunca en tu vida llevaste flequillo y nunca lo llevarías si no fuera por este tipo de seres endemoniados llamados peluqueros. En un momento tú notaste que estaba muy entusiasmado cortando, de hecho cuando viste que el pelo te llegaba a los hombros y caíste en la cuenta de que no se podría pegar, le dijiste que por favor se abstuviera de tanta tijera. A veces piensas que no te entienden porque hablas argentino, pero si no entendió lo que deseabas podría habértelo dicho, ¿no?, tú hubieras hecho el esfuerzo de decírselo en madrileño. De repente el coiffeur está frente a ti, sus abdominales bloqueando tus vistas en el espejo, cuando escuchas un tijeretazo. En el momento en el que el muchacho quita sus abdominales del medio y vuelves a ver tu reflejo ya es tarde, el estrago está hecho, ¡y tú tienes flequillo! Y no te hizo un flequillito de estos que se hacen con unos pocos pelos, ¡no!, ¡qué va!, te hizo un flequillo como el de Moe, el de Los tres chiflados. —Te queda genial —te dice el coiffeur sin mirarte, está muy ocupado mirándose él, ¿querrá saber si se le corrió el delineador?Deberías preguntarle en qué momento te escuchó pedirle que te haga flequillo, deberías gritarle por qué te platinó cual estrella de Hollywood, deberías arrancarle la camiseta con los dientes y pegarle en los abdominales, deberías... Pagas y te vas.«Y bueno Letzy, hay cosas peores», te dices una vez en la calle. A los pocos pasos ves tu corte pelístico reflejado en el vidrio de un escaparate y te alegras: Dondequiera que Moe esté, sin lugar a dudas se siente feliz de que te hayas convertido en una fiel seguidora de su look.