Mojigatería

Por Protestantes @periodistadigit

NOA ALARCÓN

Mi vecina está gritando de nuevo. No sé si es consciente de que cuando discute con su madre (más que una discusión parece un absurdo y repetitivo monólogo interior) se la escucha en toda la escalera.

Yo estoy en mi salón, con la ventana y las puertas cerradas, con el ruido de la calle aún encendido, porque aunque ha anochecido todavía no se puede decir que es tarde, y escucho a través de la pared la televisión de mi vecino de al lado y su conversación de sobremesa a la hora de la cena. Y aún así, a través de todo ello, y por encima de todo ello, soy perfectamente consciente de que mi vecina está gritándole de nuevo a su madre, con los pisos, tabiques y alturas por medio que nos separan.

Porque supongo que es su madre. De esto tampoco estoy segura; igual le está gritando a su marido. Nunca se escuchan las voces de respuesta, sólo se escucha su peculiar tono de voz inquietantemente penetrante. Tampoco se escuchan claramente sus palabras. Alguna vez se escapa un “no puede ser”, o un “ya está bien”, pero poco del verdadero asunto del tema, y tampoco sé si siempre se trata del mismo tema o si son varios conjuntos, en un ramillete, que se van alternando. No sé cuál es el problema, pero la mujer grita a menudo. A lo mejor el problema es que grita a menudo.

Puede leer aquí el artículo completo de esta escritora y filóloga, de fe evangélica, titulado Mojigatería