Supongamos por un momento,
emulando a un poeta,
que encuentras un alma
a la que quieres asomarte
como a una ventana llena de sol.
Supongamos por un momento
que el deseo crece vertiginoso
como piedra que rueda
desde la cima de un nevado monte
sin conocer su destino.
Supongamos por un momento
que la imagen de su caricia
despojando de ropa tu cuerpo de mujer
avanza alegre como riachuelo de agua fresca
aumentando su caudal por el camino.
Supongamos por un momento
que no piensas que la nieve que cubre la piedra
se acabará fundiendo
o que el agua dulce del río
se mezclará con la salada del mar.
Por un momento supongamos
que solo importa el momento,
que esto lo escribes para esa alma y
que en este momento
lo está leyendo.
Pintura de Salvador Dalí