Uno de los lastres de Moneyball es su temática deportiva. Cuando nos sentamos a ver un film de estas características es fácil que perdamos el interés si no nos atrae en absoluto el juego que se explica o no se conoce lo suficiente como para comprender todo lo que se cuenta. Ésto es algo que le ocurre a la película de Bennett Miller, que fuera de Estados Unidos puede no ser comprendida en su totalidad. Sin embargo, este peso lo solucionan genialmente los dos guionistas desviando la atención del terreno de juego y centrándola en la vida y avatares de los dos personajes principales.
En fin, Moneyball no es para tanto. Es una película bien hecha, con una historia bastante interesante y un actor principal que sigue demostrando su valía; pero el film se resiente en demasiados momentos como para considerarla entre las mejores del año. (6´5/10)