Monos como Becky (o en los límites de la realidad cuerda)

Publicado el 11 noviembre 2009 por Crowley
La linea que separa lo que entendemos por cordura de lo que se define como locura (y no digamos ya la diferencia entre genialidad y locura) puede llegar a ser tan fina y está en tantas ocasiones tan difuminada que, algunas veces, desaparece lentamente sin que nos demos ni cuenta del proceso; un claro ejemplo podría ser el que sigue: miembros del Jurado del Premio Nobel decidieron otorgar dicho galardón al psquiatra Egas Moniz. Hasta aquí todo correcto y no parece haber nada fuera de lo común (salvo que alguno de ustedes conozca al citado Egas), el detalle que nos hace dudar de la cordura del jurado estriba en que el Dr. Moniz es ni más ni menos que el creador da la traumática intervención cerebral conocida como lobotomía y cuya principal y única función es la de transformar a pacientes conflictivos y que merecen atención exahustiva en personas sin alma que nos recuerdan a los zombies de la mítica "La legión de los hombres sin alma"; de hecho uno llega a dudar que tras tan atroz práctica quirúrgica sean personas tan siquiera.
La lobotomía es la atroz extirpación psicoquirúrgica de una parte del cerebro humano para lograr la domesticación del paciente conflictivo. Los locos, como cualquier otro enfermo del sistema social, además de acarrear un gasto que el Gobierno no ve con buenos ojos (ya sabemos todos que el único gasto bueno es el gasto del político para sí mismo, sus amigos o familiares), además de eso, molestan sobremanera y ocupan un lugar físico (en unas limitadas instalaciones) precioso en la deprimente sanidad pública y si son enfermos mentales violentos, pues mucho más si cabe, así que se les pasa por la mesa de operaciones cual conejillo de indias, se les aplica el método de la incapacitación y, aunque siguen ocupando una habitación, al menos ya no causan tanta molestia como lo hacían antes y no hay que dedicarles tanto tiempo como requerían previamente, con lo cual se da por solucionado gran parte de la problemática.
El "Doctor" Moniz realizó su primer experimento de lobotomía con una orangutana llamada Becky (de ahí el título del film de Jordá) y en vista del "éxito" conseguido no tardó en animarse a practicar con seres humanos.
El cine ha sobrevolado esta temática en varias ocasiones y ahí están films como "Suddenly last summer", "One flew over the Cucko's nest", "Hombre mirando al sudeste" o "Awakenings" para corroborarlo, pero ninguna ha tratado el tema de forma tan cercana (y triste) como la película de Joaquim Jordá y Nuria Villazán. Aunque este incómodo largometraje data de 1999 (y es a mi entender uno de los mejores de la década de los 90), su gestación se remonta a 1992, fecha en la que Jordá ya coqueteó con la idea pero tuvo que desestimarla al paralizarse las subvenciones que iba a recibir de tierras lusas (algo lógico por otra parte si tenemos en cuenta que uno de sus personajes más célebres, no sale muy bien parado). Pasó el tiempo y Jordá sufrió una embolia cerebral que afectó zonas de su cerebro relacionadas con la memoria y la percepción que hicieron que este proyecto siguiera conservando su título original, pero que tomara nuevos caminos que transformaron a la idea de una película de ficción en un documental transgresor pero necesario.
Pasado (con detalles de la vida, obra y "milagros" de Egar Moniz) y presente (la vida de un grupo de enfermos mentales de un sanatorio barcelonés) se cogen de la mano para conformar un film tremendamente ambicioso (en el buen sentido del término) e irremediablemente polémico. Un viaje vertiginoso a los más intrincados pliegues de la mente y que, como un monstruo de Frankenstein, está hecho de pedazos de experimentación visual y narrativa (película convencional, imagen digital, color, blanco y negro, idiomas variados, actores y personas reales...) que no hacen sino enriquecer, y de qué manera, la historia que nos es contada
A destacar ese momento final en el que uno de los enfermos (enfermos que tienen que reinventarse a sí mismos y al mundo que les rodea cada día) exige ante la cámara sus derechos y denuncia los métodos terapéuticos que sufre tanto él como sus compañeros y que sus palabras ("Si sufrimos es porque necesitamos algo. Primero alimentar las neuronas; luego, alimentarnos de cariño y dar mucho amor") le convierten a él en el cuerdo y en nosotros en los locos que permiten prácticas tan aberrantes para una persona como son la lobotomía, el uso de psicofármacos, la ausencia de diálogo y el uso de terapias agresivas que no son otra cosa que una forma de reducción sociopolítica más.
Siempre he pensado que quien aniquila las emociones de una persona, acaba con la persona como tal, la aniquila y la anula y es un asesino de los sentidos en particular y del ser humano en general, y después de ver este documental, mi percepción no ha cambiado lo más mínimo hacia estas prácticas aberrantes y más propias de la Inquisición que de la medicina moderna.
Una película necesaria y que debería ser de visión obligada en todos los institutos de este país) y que hace que nos planteemos si no estaremos lobotomizados todos nosotros porque, y eso no me lo pueden negar, amigos míos, somos una sociedad que no piensa, que ocupa lugar, pero que no molesta para nada. ¿O no?.
"...eres al instante peligroso,
y te dominan con una cadena"
Emily Dickinson