Revista Religión

Mons. Cabrejos: "Un desafío para reavivar nuestra fe en Cristo Redentor y consolidar nuestro compromiso"

Por Joseantoniobenito

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Mons. Cabrejos:

INAUGURACION DE LA IMAGEN DE CRISTO REDENTOR

Miércoles, 29 de Junio del 2011

En este día, Fiesta de San Pedro y San Pablo, Día del Papa, saludo la presencia del Señor Nuncio Apostólico Mons. Bruno Musaró representante en el Perú del Santo Padre el Papa Benedicto XVI.

Esta noche, invitados para inaugurar la imagen de Nuestro Señor Jesucristo, símbolo de la fe cristiana y expresión de las raíces más profundas de nuestra identidad nacional, los invito a reflexionar sobre la riqueza del símbolo.

Conocer y comprender la riqueza del símbolo es sumergirnos en uno de los rasgos distintivos de toda cultura humana. El símbolo es consustancial al ser humano y es anterior al lenguaje y a la razón discursiva. El símbolo remite a experiencias, aspiraciones y niveles profundos de la existencia humana y de la realidad cósmica y nos introduce en algo de lo que él mismo ya forma parte, por eso, el símbolo no es para contemplarlo desde fuera cual espectador ajeno sino hay que entrar en su dinámica.  El símbolo es revelador del ser humano, por eso podemos afirmar que ser persona es «simbolizar la existencia».

En el cristianismo, Jesús de Nazaret, descrito en la carta a los Colosenses es «imagen (ícono) de Dios invisible» (Col 1, 15), considerado entre los Teólogos de los primeros siglos como «rostro del Padre», definido en el Concilio como «sacramento del encuentro con Dios». El es el centro de la historia, es el Camino, la Verdad y la Vida. Es el abrazo de Dios eterno y  Omnipotente con el hombre su frágil criatura, y objeto de su amor y de su Providencia.  El, es el Señor del tiempo, de la historia y de la eternidad, ante el cual, como dice el Apóstol: “se doblará toda rodilla y toda lengua proclamará Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”.

Al congregarnos en torno a esta Imagen de Cristo Redentor, recogemos las expresiones de la multitudinaria fe católica que reúne los sentimientos de los diversos pueblos de nuestra querida Patria. El Perú es una Nación Cristocéntrica: una nación cuya alma se conmueve ante la imagen del Cristo sufriente, cuyo corazón ama y perdona al contemplar la imagen del Cristo Crucificado, cuya voz se eleva justamente en la imagen del Nazareno azotado, cuya ternura se conmueve ante el dolor de la Virgen María su Madre, y cuya esperanza renace, en la aurora del domingo, adorando a Cristo Resucitado.

La Conferencia Episcopal Peruana, haciendo eco de la fe que ha sembrado las semillas del Evangelio, en la historia e idiosincrasia de nuestra Patria, ve en esta imagen un “signo de los tiempos” y lo acoge como un desafío para reavivar nuestra fe en Cristo Redentor y consolidar nuestro compromiso con los hombres de todos los rincones de nuestro País especialmente con los más olvidados y necesitados y por eso los predilectos del Señor.

Estimado Señor Presidente, un profundo agradecimiento del Perú Católico que ve en esta Imagen el símbolo de la presencia de Dios Padre que envió su Hijo al mundo para Salvarnos y encuentra en este gesto suyo un signo de fe y de esperanza compartido con genuina peruanidad. Que en el arco del tiempo los brazos de este Cristo bendigan su persona y su familia con benignidad y como Usted lo acaba de decir, que bendiga a todo el pueblo Peruano, ya que como dice Cristo en el Evangelio “todo aquél que me reconozca ante los hombres Yo lo reconoceré delante de mi Padre Celestial”.

Desde este histórico Morro Solar, a la sombra del Cristo del Pacífico, se ha de difundir cual  epifanía de salvación y eco del Perú Católico, una confesión de fe, que como el Centurión Romano proclame ante el Crucificado: “Verdaderamente este Hombre es el Hijo de Dios”; un canto de triunfo que brote incontenible proclamando “Jesucristo es el Señor!” “Él es el Alpha y la Omega, el principio y el fin”, “suyo es el tiempo y la eternidad”! y una certeza de esperanza que proclame su divinidad, porque Cristo tiene las llaves de la Vida y de la muerte.

Termino con las palabras del Apóstol que dice: “para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor” (Fil 2, 10-11).

Así sea.

+ Mons. Miguel Cabrejos Vidarte OFM

Arzobispo Metropolitano de Trujillo

Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana


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