Esta es una película menor que no merecería una reseña si no fuese porque representa un ejemplo de cómo se gestiona la memoria con generosidad expiatoria. El amable protagonista -G. Jugnot, que también es el director- carga con la responsabilidad de salvar -salvando al joven Simón Bernstein y a sus dos primas- la memoria negra de la Francia colaboracionista, la que entregó a los judíos que vivían en su país a los nazis. Y poco más. Porque para buenismo el de M. Batignole. En realidad sólo se salvan las escenas iniciales, cuando el yerno de M. Batignole entrega a los vecinos judíos y parece que la película va en serio, pero el resto es expiación ternurista, que es el único registro que conoce el actor-director. Enfin, cine pseudohistórico para poner paños calientes. Los franceses pueden quedar tranquilos, M. Batignole les redime.