Por méritos propios, cada estreno de Hirokazu Koreeda se ha convertido en un acontecimiento cinematográfico. "Monstruo", que ya se proyecta en cines españoles, es un motivo más para elevar la leyenda del director japonés. Podíamos esperar un nuevo producto lleno de sensibilidad, familia y tradición pero en esta película nos propone otro giro de tuerca más para explorar los miedos e inseguridades que nos acechan.
A Koreeda no hay que presentarle, solo hay que disfrutarlo. Su retrato sereno, natural y crudo de la familia y de los niños, ha despertado cada vez más interés en el público. De hecho, hasta Netflix se ha rendido a su trabajo apadrinando la serie "Makanai: La cocinera de las Maiko" que nos enseña el lado más tradicional de la cultura japonesa representado en la imagen y preparación de las geishas.
Con "Monstruo", premio al mejor guion en el Festival de Cannes, una vez más la sensibilidad y la familia se trasladan desde lo rutinario pero con especial atención a los detalles. Un drama presentado desde tres puntos de vista tan distintos como complementarios. Un guion soberbio lleno de aristas y detalles que encajan perfectamente si lo miramos desde un punto de vista global. Nos enseña a entender que no existe una verdad o que, quizá, la verdad se encuentre en cada uno de los personajes.
"Monstruo" es una película que habla de inseguridades, de miedos, de traumas, de incomprensión, de bullying, de maltrato, de abandono,... habla de la vida, quizás de la parte menos agradable pero también la más real. Y solo como Koreeda sabe hacerlo, desde la empatía, la serenidad y la sensibilidad. No se regodea en el tremendo drama que nos ocupa, él simplemente nos lo narra como si fuera un cuento con moraleja.
Mención aparte el trabajo que hace con los dos jóvenes actores, Soya Kurokawa e Hiiragi Hinata. Esa relación entre ellos, que es el epicentro de la historia, cobra verdad desde el primer momento. Se transforman y evolucionan al ritmo que marca la película. Sobreviven y sufren como un estilo de vida, como si fuera normal arrastrar tantas mochilas desde tan temprana edad. Emocionalmente es un disparo al corazón.
No podemos olvidar otros aspectos que es inevitable resaltar. La música de Ryūichi Sakamoto, su último trabajo antes de fallecer, es de una calidad insuperable. Acompaña las imágenes con delicadeza, estando pero sin estar. Y por otro lado el montaje que ha hecho el propio Koreeda es soberbio. Cómo integra esos tres puntos de vista para que se conviertan en un reloj suizo sin defectos ni fisuras. Impresionante labor.
Estamos ante una de las grandes películas de este año. Maravillosa en lo que cuenta y en cómo lo cuenta. Koreeda se reinventa sin dejar de lado su estilo y personalidad, algo tremendamente difícil de encontrar. El maestro ha vuelto a hacerlo, y ya van unas cuatas veces. Grande Koreeda.
José Daniel Díaz