Monstruo de la laguna revisitado | Iván Rodrigo Mendizábal

Publicado el 04 marzo 2018 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Iván Rodrigo-Mendizábal

(Publicado originalmente en diario El Telégrafo, columna “Punto de vista” en la sección cultura, el domingo 28 de enero de 2018; publicado en el blog del autor, Iván Rodrigo Mendizábal, Quito, el 29 de enero de 2018))

Fotograma de La Forma del agua de Guillermo del Toro (tomado de http://www.imdb.com/title/tt5580390/mediaviewer/rm2542620672)

La galardonada película de Guillermo del Toro con el Golden Globe a la mejor dirección y el León de Oro en el Festival de Venecia, La forma del agua (2017) es un homenaje al monstruo de un clásico de serie de B de ciencia ficción, El monstruo de la laguna negra (1954) de Jack Arnold.

La forma del agua es una película que se asienta en una trama romántica sobre un monstruo capturado para fines científicos en una base americana y una mujer muda que hace labores de limpieza en el laboratorio. La mezcla del militarismo cientificista, el espionaje y una historia de amor están allá.

Del Toro enfatiza la mirada en aquellos seres tratados como secundarios, como del último escalón de una especie de cadena evolutiva. Lo interesante es eso: la mirada es desde abajo, desde los seres subalternos y subalternizados por el poder. Son las mujeres, mudas o no, al servicio de una estructura masculina, sea científica, militar, de poder; a ellas les toca “limpiar” lo que el poder hace en los cuerpos de los “otros” subalternizados. Es el caso del monstruo, visto como sujeto experimental, como cuerpo excedente para fines perversos. En realidad, es el Otro como monstruo.

El Otro como monstruo es un tema primordial para entender y denunciar cómo el poder (sea cual fuere) minimiza, desvaloriza y quita la esencia al ser humano. Por ello en La forma del agua el énfasis en el sufrimiento del Otro y la mudez de la mujer son esenciales: son los símbolos de cómo el orden masculino estratifica las relaciones humanas y sociales entre los que quieren (“deben”) dominar y los que son sujetos de opresión. De ahí que el tono romántico de la trama sea análogo, porque el amor entre desiguales hace de ellos seres en igualdad.

La forma del agua es una lectura actual del racismo, del abuso de poder, del autoritarismo, etc., formas naturalizadas en la vida de nuestras sociedades. Si hay que reconocer a Del Toro por su trabajo en mostrar estas dimensiones abstractas, su película es un ejemplo. Pero también hay que decir que en la estructura de este filme hay una fórmula que se repite: pienso que El laberinto del fauno (2006) y La forma del agua son casi idénticos; lo que varía es la historia.