Monstruos University funciona como precuela de la anterior, mostrando a los protagonistas como jóvenes que acuden a la Universidad para aprender las técnicas del susto (recordemos que el mundo de los monstruos funciona gracias a la energía de los gritos de los niños que deben ser asustados por especialistas) y acabar trabajando como asustadores, la labor socialmente mejor vista y retribuida. Bien pronto la trama de la película deriva en un homenaje a las típicas comedias universitarias estadounidense, en las que los novatos se las tienen que arreglar para sobrevivir en un medio hostil. Lo más divertido es la relación entre los distintos personajes, a cual más insólito y la descripción de un mundo que se parece mucho al nuestro, pero que tiene sus propias reglas. Hay escenas enormemente divertidas en Monstruos University, como la carrera en la que los participantes deben esquivar cientos de esporas que, cuando rozan con su piel, les provocan desmesuradas hinchazones. Otras, como la del susto final, cuando los protagonistas penetran en el mundo de los humanos, son un prodigio de planificación narrativa.
Así pues, nos encontramos ante una película técnicamente irreprochable que cuenta con un argumento poco original - aunque con momentos memorables, como hemos dicho - y bebe en exceso de otras fuentes totalmente reconocibles. En cualquier caso, esta falta de originalidad es compensada por un ritmo endiablado que atrapa desde el primer instante. Me queda una pequeña duda respecto al mensaje final: ¿sirve para algo el aprendizaje universitario o lo que es realmente valioso es la experiencia laboral en una empresa? La universidad ha sido vista en muchas ocasiones como una reliquia anquilosada que transmite conocimientos tradicionales y poco prácticos. Al menos eso fue lo que yo conocí. Puede que haya cambiado desde mis tiempos.