"Las demandas de justicia social carecen de sentido, por que las demandas de justicia son sencillamente incompatibles en cualquier proceso natural de carácter evolutivo"F. von Hayek
En Europa se libra una guerra que va más allá de la deuda soberana, el futuro del euro o la propia recesión económica. En esta ocasión no hay bombas ni cañones, ni generales ni soldados, hay decretos y directivas, gobiernos y ciudadanos. Las batallas se disputan en los ministerios, en los parlamentos, en los bancos y de momento muy poco en las calles. En juego, el modelo de sociedad, o lo que es equivalente, la propia concepción del ser humano.
Tras el desastre de la II Guerra Mundial, Europa creyó haber aprendido de sus propios errores y fundamentó su recuperación en una serie de principios que alguien etiquetó con el nombre de Estado del Bienestar[1]. El principio fundamental sobre el que se edificó este modelo social reconocía a todos los ciudadanos, sin ningún tipo de exclusiones, el derecho social a tener un mínimo nivel de vida, siendo una responsabilidad de todos garantizar ese derecho. Se aparcaba, por lo tanto, el concepto de caridad hacia los más desfavorecidos, pasando el Estado a ser el responsable de garantizar los derechos sociales de todos los ciudadanos. Además, el Estado debería velar por la buena marcha de la economía, la cual, tomando las ideas de John Maynard Keynes, habría de tener como meta el pleno empleo, para lo cual era necesario que tanto el gasto privado, empresarial, como público fuera incentivado.
En mayor o menor medida estas ideas se extendieron por el continente, permitiendo a los europeos vivir cerca de tres décadas de prosperidad y paz. Pero la economía es cíclica, y una serie de factores que confluyeron a principio de la década de los 70 pusieron en jaque al modelo del Estado del Bienestar. El mundo occidental sufrió un fenómeno que no cabía dentro de las teorías keynesianas, la estanflación, o lo que es lo mismo, el estancamiento de la economía y la subida de los precios conviviendo a la vez. Las consecuencias de dicho fenómeno, ni que decirlo hay, se tradujeron en un aumento de la deuda de los estados, y del paro. Era el momento en que las voces de los críticos a Keynes iban a ser tenidas en cuenta. Era el momento de los neoliberales.
Pero, retrocedamos otra vez a los primeros años de la posguerra, en concreto al abril de 1947. En el Hôtel du Parc de la localidad de Mont-Pèlerin, cerca de Vevey, Suiza, se celebra un encuentro en la que participan 36 personalidades pertenecientes en su mayoría economistas, con algunos historiadores y filósofos. El promotor es un economista austriaco llamado Friedrich von Hayek (1899-1992), el cual había conseguido el apoyo financiero de banqueros e industriales suizos para la celebración del evento. En su juventud von Hayek y desde la cátedra en la London School of Economics (1931-1950) había rivalizado con Keynes desde un punto de técnico y teórico; pero en 1947 los trabajos de von Hayek ya no son tan técnicos, dedicando sus esfuerzos a temas más filosóficos o sociales. La reunión de Mont-Pèlerin debía tener como objetivo precisamente la difusión de sus ideas, muchas de las cuales habían quedado recogidas en su obra crítica de la economía planificada y del socialismo, Camino de servidumbre (1944):
"Es la sumisión del hombre a las fuerzas impersonales del mercado que, en el pasado, hizo posible el desarrollo de una civilización que sin esto no habría podido hacerlo; es por la sumisión que participamos cotidianamente en la construcción de algo más grande que lo que todos nosotros podemos comprender plenamente"
"Cualquier política dirigida directamente a un ideal de justicia distributiva, es decir, a lo que alguien entienda como una distribución "más justa", tiene necesariamente que conducir a la destrucción del imperio de la ley porque, para poder producir el mismo resultado en personas diferentes, sería necesario tratarlas de forma diferente. Y ¿cómo podría haber entonces leyes generales?"
Por supuesto, que estas ideas van en contra corriente, lo cual no impide que al terminar el encuentro los 36 miembros de aquella reunión en el Hôtel du Parc decidan constituirse como una asociación multidisciplinaria creada, en palabras de sus propios fundadores y seguidores, para preservar los derechos humanos amenazados por la difusión de ideologías relativistas y afines a la extensión del poder arbitrario. En palabras más claras, para constituirse como un grupo de oposición al comunismo, socialismo y el Estado del Bienestar, que ellos consideraban que eran la misma cosa. Desde entonces hasta hoy la sociedad se ha reunido con una frecuencia casi regular de dos años, en diferentes lugares del mundo. Cabe subrayar que hasta nueve premios Nobel de economía han formado parte de su lista de miembros, el propio von Hayek en 1974, Milton Friedman (1976), George Stiegler (1982), James M. Buchanan (1986), Maurice Allais (1988), Ronald Coase (1991), Gary Becker (1992) y Vernon Smith (2002).
La influencia de esta sociedad es básica para entender lo que ha sucedido en los últimos años en el mundo y se puede considerar que los objetivos de la misma de alguna manera se están cumpliendo. Aunque como decíamos al comienzo, la batalla final de esta guerra se está todavía librando. El péndulo ha girado, y hoy hablar de justicia social, derechos sociales, etc. está mal visto, hoy se habla de globalización, productividad, recortes y liberalización de los mercados. Von Hayek al final le devolvió bien el golpe a Keynes.
[1] La nociones actuales de "Estado del Bienestar" corresponde al término inglés Welfare State (del que es traducción literal), cuyo uso quedó acuñado a partir de 1945, en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, a partir de una expresión original de William Temple, entonces Arzobispo de Canterbury, en la que contraponía las políticas keynesianas de posguerra al Warfare State ("Estado de Guerra") de la Alemania Nazi. Wikipedia.