“La historia de la hija agradecida a su padre”.
El lunes a medio día me presenté sin avisar en casa de mi padre. Según él, no tenía nada preparado para comer y no podía dejar que me fuera a trabajar con el estómago vacío, así que improvisó. Y el resultado fue espectacular:
Uso filetes de cinta de lomo pasaditos por la plancha y entre medias un queso azul alemán que le sobraba de una merienda. El lomo calentito fundió el queso y el bocado resultó delicioso. Me completó la comida con un vaso de vino, una superensalada variada y buena conversación.
¿Verdad que soy afortunada?.