Monte de los olivos

Por Orlando Tunnermann


Alucinante mirador el que me regala la ciudad del Rey David, sucesor de  Saúl, "David, el amado, el elegido de Dios", unificador y artífice de la expansión de Israel, y el Monte Moria, allá donde Abraham, en un acto de sacrificio dramático y brutal, ofreciera a Dios a su hijo Isaac. Me anega la mirada un paisaje miserable de yermos ocres arenosos. En esta tierra famélica Salomón, hijo de David, erigiría su templo. Es la tierra llena de cicatrices que devastara el desmesurado Nabucodonosor en uno de sus beligerantes arranques de ira, locura y ambición personal, como solo los inicuos saben propagar, vertiendo ríos de sangre que la historia convertiría en ríos de tinta.
El Monte de los Olivos, puerta de entrada de Jesús para conmemorar la abolición de la esclavitud de los egipcios, se me antoja desnudo y amnésico. Nada recuerda ya, nada queda del ayer. Sé que a las puertas del simbólico Monte de Zion Jesús se reuniría con sus apóstoles para celebrar la última cena, pero la mirada tan solo contempla un huérfano erial donde se apilan las tumbas judías ante un Monte de los Olivos mudo.
En todo caso, feliz estoy de hallarme en tierra tan insigne, donde Ezequiel viera un carro de fuego y Zacarías profetizara el advenimiento del fin de los tiempos, o donde quedara poblada Getsemany o prensa de aceite, de añosos olivos, algunos con una longevidad de 2000 años...
No puedo marcharme sin quedar antes admirado de la basílica de Getsemany, también conocida como basílica  de las naciones e iglesia de la agonía. Regentada por franciscanos, la encuentro un tanto lúgubre, hasta que se hace la luz. Entonces adquiere mayor empaque su belleza, ornada de mosaicos y pinturas en el techo. La magistral obra de Barluzzi, llevada a cabo en el año 1924, contó con fondos de diversos países para su ejecución, de ahí le viene el nombre de basílica de las naciones.


Me atraen tanto los mosaicos como la huella bizantina impresa en su portada. En este lugar donde me hallo, donde fuera erigida la iglesia, Jesús se reunía con sus discípulos para orar, el mismo lugar donde Judas le traicionaría para ser después arrestado.

En el altar debo imaginar que lo que ven mis ojos es la roca donde Jesús rezó la noche anterior a su arresto.