Montevideo I: de la Plaza Independencia al Faro de la Ciudad Vieja

Publicado el 06 enero 2012 por Nicopasi

Si se la compara con otras capitales del mundo, Montevideo es una ciudad grande, así que quienes quieran conocerla a fondo deberán tener en cuenta que el mínimo de tiempo que le deben dedicar es, mínimo, una semana. Si bien el consejo es válido para cualquier sitio que se quiera visitar, hacer una planificación ordenada por zonas es una de las mejores formas para descubrir Montevideo, ya que si se traza un recorrido previo podrán ver, a medida que desplazándose, todo lo que la ciudad tiene para ofrecerles, que cuando estén allí, verán, no es poco.
El punto inicial es la Plaza Independencia, kilómetro cero del país y sitio donde reposan dos monumentos fundamentales en la historia de la ciudad: la estatua ecuestre del General José Gervasio Artigas y la Antigua Puerta de la Ciudadela, arco de entrada a la ciudad en la época de la colonia.
A unos pocos metros se encuentra el Teatro Solís, uno de los diez teatros líricos más importantes del mundo (ránking que comparte junto al Teatro Colón, la Scala de Milan, la Opera de París, etc.) y muy cerquita de allí, al otro lado de la Plaza, nace la Peatonal Sarandí, arteria vital que va perdiendo su aire urbano a medida que se aleja del centro y adopta los aires de puerto cuando se va adentrando en las calles de la Ciudad Vieja, hasta terminar finalmente, en la escollera, frente a la costa del Río de la Plata.
La Ciudad Vieja, patrimonio cultural de la Humanidad
Para los porteños es inevitable no ver en la peatonal Sarandí una versión charrúa de la Calle Florida, aunque claro está, con menos aglomeración de público y con menos negocios, lo cual la hace un sitio encantador para recorrer en tranquilidad. Apenas se cruza la Puerta de la ciudadela, lo primero que recomiendo ver son los murales de Joaquin Torres García, pintor constructivista uruguayo que plasmó en murales y pinturas varias el modo de vida de su país, con especial énfasis en escenas de la vida en el puerto. A pocos metros de allí pueden ir al museo erigido en su memoria, donde podrán apreciar objetos personales, además de una interesante colección que forma parte de su obra.

A unos cien metros de allí se encuentra un pequeño callejón formado por la intersección de las calles Bacacay y Bme. Mitre que muchos conocen como “Espacio de la diversidad”. En él se pueden ver, en pocos metros, varias expresiones artísticas plasmadas en las paredes que van desde un mural con escenas de la lucha por la independencia de Páez Vilaró hasta graffittis varios y expresiones dignas del arte callejero a cargo del Colectivo Ovejas negras, activistas locales de las causas LGTB. Algunos días de la semana, cerca de allí, sobre la peatonal, se lleva a cabo una feria de artesanías y antigüedades muy interesante, que si bien no tiene la magnitud de la dominguera de Tristán Narvaja, vale la pena conocer.
Siguiendo por la misma peatonal se encuentra la Plaza Constitución o también llamada Plaza Matriz (ya que allí se juró la primera constitución del país) y frente a ella la Catedral de Montevideo, de estilo clásico y que aguarda en sus interiores buena parte de la historia nacional (está la pila bautismal en la cual fue bautizado José Gervasio Artigas, además de una decena de esculturas y figuras religiosas traídas desde Europa a finales del siglo XVIII).
Una vez vista la catedral se debe volver a la peatonal para seguir viendo el modo de vida de antaño que el lugar regala a los viajeros. Almacenes de principio de siglo, negocios que en otros lugares del mundo ya no existen más (como sastrerías, afiladores, modistas) y una buena colección de imágenes de arte callejero hacen de esta parte de la calle un sitio inolvidable y realmente encantador en la ciudad.

A partir de la Calle Zabala la peatonal se interna totalmente en el casco histórico de la Ciudad Vieja y comienza a cambiar su fisonomía de manera asombrosa. En pocos metros se tiene la sensación de estar transitando por cualquier calle de la Habana ya que  comienzan a sucederse casas vetustas, algunas palmeras que van en aumento según se aproxime uno al río y unos curiosos autos antiguos, generalmente bicolores, típicos de las zonas comunistas.
En su tramo final la calle desemboca en la Escollera Sarandí, sitio de encuentro para pescadores amateurs y una de las vistas más típicas de la ciudad, ya que a un costado, emerge incólume el Faro de la ciudad vieja, ícono de la cultura uruguaya y elemento inspirador para buena parte de los intelectuales y artistas del país. Allí, el mejor consejo que les puedo dar es que se tomen un tiempo para observar el color del río y todo lo que a su alrededor sucede. 
Y por que no, si lo llevan encima, no dejen de vivir la experiencia de tomarse unos mates en los acantulados, ya que no encontrarán sitio más emblemático en toda la ciudad para sentir el modo de vida de los montevideanos y experimentar un poco de esa indefinible sensación que hace que nos sintamos tan bien cuando nos decidimos a cruzar el charco.