Maurice Barres. El Greco o el secreto de Toledo (1912)
El enorme peñasco que soporta a una ciudad tan gloriosa está magníficamente proporcionado para servir de montura a tal diamante. Se recibe una impresión de plenitud y de fuerza al ver sus pendientes anchas y decididas, sus negras asperezas que baña el Tajo.Las casas se yerguen en la cúspide de la roca y se recortan sobre el cielo. Sus paredes, de un blanco crudo, tienen un aspecto oriental, mientras los techos se confunden con la inmensa entonación violeta de toda la montaña.Este grandioso amontonamiento, donde nos extrañamos de ver, mezclados a los campanarios de las iglesias y a los claustros superiores de los conventos, tantos alminares de mezquitas, está dominado por el Alcázar. Construido en un pesado estilo, se diría que el Alcázar exclama: "¡No necesito ser hermoso. Me basta son que los malvados tiemblen y los buenos se tranquilicen!"