Chiron es uno de esos niños que deben desenvolverse en un medio tan hostil. Para él es especialmente difícil, porque sus circunstancias son especialmente dramáticas: vive con una madre drogadicta y en el colegio sufre un acoso continuado y violento por parte de sus compañeros. Además, se trata de un chico retraído que no está seguro de cual es su verdadera identidad. Con este material Jenkins podría haberse decantado por realizar un drama social, pero se decanta más bien por una película de carácter intimista, ahondando en la personalidad del protagonista y en su evolución en tres momentos diferenciados de su vida, culminando en una ruptura con su pasado, que se manifiesta con su traslado de Miami a Georgia. La homosexualidad, cuando aparece de forma sorpresiva y sin información previa en un ambiente como aquel, es el otro gran tema de la película. Chiron, un joven con baja autoestima deberá enfrentarse también a un secreto íntimo que no debe ser divulgado si no quiere que sus sufrimientos se incrementen más aún.
Pero si algo falla en Moonlight es su final, tan anticlimático. La frialdad que ha imperado en el relato, el retrato tan preciso de escenas muy duras, pero ese reencuentro que debía ser la culminación de la evolución de Chiron resulta demasiado desangelado. En cualquier caso la película de Jenkins resulta una de las propuestas más estimulantes de la cartelera actual, a pesar de que, desde mi punto de vista, se hayan exagerado demasiado sus virtudes. Para mí lo mejor de la película es que pretende ser pequeña, aunque esa esa falta de ambiciones la lastre un tanto.