Moral y ética en la política

Publicado el 22 noviembre 2015 por Trinitro @trinitro

No hay bien, ni mal. Solo decisiones y sus consecuencias.

Geralt de Rivia es uno de los personajes de la literatura fantástica de última generación (más adulta, menos maniqueísta y más madura) que más me fascinan. Es un “brujo”, un tipo que ha sido entrenado y seleccionado para acabar con aquellas fieras y monstruos que amenazan a la humanidad.

Como brujo caza por una recompensa cualquier monstruo que amenaza a los humanos: estirges, mantícoras, vampiros, ghouls, espectros, basiliskos, no-muertos, lobisomes y bichería de todo pelaje y escamaje.

Ese trabajo parece ser claramente de blancos y negros. Los monstruos a un lado, las víctimas a otro. Una moral clara y definida donde los monstruos tienen escamas, garras, colmillos, son espectros y no se parecen a los humanos.

Pero eso no es así. Toda la saga, tanto la literaria como la de juegos de ordenador (magníficos, os lo recomiendo) nos muestra a un Geralt de Rivia que se enfrenta a dilemas morales de forma continua. Pero Geralt a diferencia de la mayoría de los personajes y de la sociedad en la que vive, decide no tener una moral estricta. Sus decisiones no se basan tanto en una moral interior (que numerosas veces decide saltarse), sino en las consecuencias que cree que tienen en la vida de terceros.

El mundo del brujo es un mundo donde la moral real es laxa. Hay reyes y caballeros, señores y grandes magos que se llenan la boca de grandes valores morales, pero en el fondo se muestran vacíos. Incluso la sencilla moral de las gentes sencillas también hace aguas a la hora de la verdad. No hay una moral del pueblo, sino gentes que intentan sobrevivir y medrar.

Es un mundo de grises, los que parecen ser monstruos no siempre lo son y las personas pueden ser peor que cualquier monstruo. Es un mundo muy parecido al mundo real ya que su creador, Andrzej Sapkowski, logra poner en evidencia en la saga las diversas contradicciones de nuestra sociedad.

Geralt de Rivia es posiblemente uno de los personajes con una moral más laxa de la saga (le supera la hechicera Yennefer), no se compromete por una bandera o un rey, vive teóricamente por la paga de sus servicios sin importarle en teoría quien paga y que monstruo haya que cazar. Pero al final es el personaje que mejor afronta los dilemas éticos. Su análisis de los problemas no se basan en unos elevados valores morales, sino en un análisis ético de las consecuencias que pueden tener sus actos sobre terceros.

Decide no matar un vampiro (e incluso hacerse amigo de él) al no ser realmente una amenaza para nadie, pero a la vez, es capaz de utiliza cruelmente como cebo vivo para una princesa-estirge a las personas que han provocado la maldición para alejarla de su guarida para curar la maldición.

Enumeraré algunos de los dilemas morales que afronta más como dilemas éticos:

Decide no desvelar que uno de los compañeros de viaje de una partida de cazadores de monstruos es realmente el dragón al que quieren dar caza ya que considera que ese dragón no está atacando a nadie que no lo haya provocado previamente.

Evita que un rey que es manifiestamente cruel con su entorno inmediato sea asesinado ya que las consecuencias de su muerte provocaría el caos en el reino y muchas más personas sufrirían.

Le perdona la vida a un monstruo que secuestra cada año a una chica y permite que continúe con sus supuestas tropelías ya que en el fondo las libra de una vida explotada por sus padres o unos maridos violentos, y cuando ellas se cansan de él les deja una dote para que puedan labrarse su futuro lejos de esos hombres.

Atrapa a un doplegganger (un ser que puede copiar la apariencia de cualquiera) que se hacía pasar por un banquero bastante desalmado al que él había asesinado y decide perdonarle y no destapar su identidad ya que había logrado crear mucha actividad económica, empleo y ayudado a numerosas familias pobres de la ciudad, además de acrecentar la riqueza de los familiares del banquero y de sus clientes por vías honradas.

¿Qué tiene que ver Geralt de Rivia con la ética, la moral y la política?

La política aparente es muy moral. Escuchamos unos tipos y tipas que hablan sobre unos principios morales sólidos en los que fundamentan una ideología clara y definida. Nos dicen que bajo esos principios morales van a actuar. Ahora en campaña veremos muchos alegatos morales, una invocación a principios elevados y una definición clara del bien y del mal.

Pero realmente no como votantes no queremos moralistas, necesitamos Geralts de Rivia, personas que superen los dilemas morales y los transformen en dilemas éticos.

Queremos políticos que si es necesario y por el bien común puedan sentarse con terroristas a negociar. Queremos políticos que puedan valorar una decisión en base al efecto social que pueda tener, no en base a unos principios morales últimos que posiblemente no puedan pasar un test de estress con la vida real.

De hecho no queremos políticos de altos principios morales que luego se comporten con hipocresía, ya que una moral estricta e inflexible es incompatible con la política y de hecho prácticamente con la vida real.

Políticos de dilemas morales vs. políticos de dilemas éticos

Se critica mucho los principios liberales que construyen una política que sea “neutra” respecto la moral privada. La crisis económica y la mal llamada “crisis de valores” y de la ideología nos ha llevado a pensar que lo que nos ocurre es que los políticos y las decisiones políticas se toman alejadas de las morales privadas. Incluso se invocan los principios cristianos de la civilización europea para combatir un terrorismo de base islamista. Creer que fundamentar la ética política a los valores del cristianismo nos vuelve invulnerables a los atentados, a las crisis económicas, a los conflictos sociales es como creer que fundamentar la ética política y las leyes a los valores de una determinada lectura del islam hará a las sociedades del oriente próximo invulnerables a las guerras, los conflictos y a la pobreza.

En este sentido de un político quiero saber su comportamiento, sus acciones y sus decisiones en la esfera de su función política (ética y comportamiento) no las razones morales que llevan a hacerlo. Me es en el fondo indiferente si lo hace por un alto sentido moral o por una cuestión pragmática. Lo que sienta y el porqué actúa me importa menos realmente de lo que hace, lo que deja de hacer, lo que defiende activamente y lo que deja de defender activamente.

Cuando he visto diputados durante las últimas huelgas generales combatiendo mano a mano con los sindicatos cuando a estos los ponían a los pies de los caballos me ha importado poco si lo han hecho por electoralismo o por convicción. Defender a los sindicatos cuando han sido el blanco de las críticas más descarnadas (algunas acertadas, otras muy gratuitas) tiene costes y el diputado que ha decidido pagarlos me merece el máximo de respeto, aún cuando lo hiciera por electoralismo. Otros que hoy invocan y se llenan la boca de altos valores morales nunca los hemos visto en las huelgas.

Hace tan solo unos meses vivimos un conflicto laboral (Movistar) donde políticos muy moralistas se pusieron a apoyar a los huelguistas más radicales a pesar que eso les empujaba a continuar un conflicto que no podían ganar, en lugar de afrontar la cruda realidad que era que la mejor solución era llegar a coger el acuerdo que les ofrecían en ese momento. Hoy de los huelguistas de Movistar en Barcelona y del compromiso de las escaleras que firmaron esos políticos nadie se acuerda, excepto las decenas de trabajadores que estaban en huelga y ya no los volverán a contratar las subcontratas de Telefónica. En el dilema moral parecían las cosas muy claras, pero cuando las consecuencias de determinadas decisiones moralistas no las pagas tú es fácil tener la posición de superioridad moral. En este caso noté a faltar políticos con mayor sentido ético que moral.

Debate moral vs. debate ético e ideología

Y de hecho nos hacen creer que no hay posiciones ideológicas sin esos valores morales, cuando de hecho la ideología útil es aquella que elimina todos los elementos de superioridad moral y analiza la realidad de la forma más desnuda posible. Si el debate es entre subir impuestos y retrasar la salida de la crisis o no subirlos y gastar menos en sanidad se puede aplicar elementos de ideología y debate. Si el debate en cambio es que si subes impuestos odias a los parados ya que así no se crea empleo o si no los subes un asesino por no poner recursos en sanidad, no nos sirve de un pimiento.

Dilemas morales y que tipo de políticos son más útiles

Realmente no queremos políticos moralistas que se aferren a una defensa de la literalidad de la ley para evitar afrontar problemas políticos, ya que su “moral” dice que no se puede romper leyes o acuerdos, ni negociar con los que anuncian romperlos de forma pacífica.

Realmente no queremos políticos moralistas que se aferren a posturas de negociación inmovilistas o de vetos que no llevan a ningún lado cuando hay objetivos políticos compartidos para llegar a acuerdos.

Realmente no queremos políticos que se nieguen a sentarse en con un terrorista para evitar que deje las armas, o que plantee una postura de no utilizar la fuerza cuando es la única salida para evitar que maten a cientos de miles de personas.

Puede parecer que los políticos que basan sus decisiones en elementos éticos más que morales, y en especial los que contemplan las consecuencias a terceros de sus decisiones sean mucho más laxos, flexibles y poco fiables que los que basan sus decisiones en morales internas sólidas e incuestionables. Pero no es así.

Los Geralt de Rivia son los que más se mojan, los que menos piensan en ellos y en lo que ellos prefieren y con lo que más cómodos se encuentran (su moral privada), sino en los efectos que tendrán en los ciudadanos. Los Geralt de Rivia salen de su zona de confort, se juegan el tipo, aún a riesgo de perder elecciones por tomar decisiones cuyo valor está basado en el efecto en la vida de las personas y no en valores últimos.

Los Geralt de Rivia no niegan las razones de sus rivales políticos de forma apriorística porqué de estas se pueden extraer lecciones, aprender y mejorar las propias.

Pero los Geralt de Rivia de hecho son escasos y los consideramos animales políticos en los que no confiamos. Al igual que en la saga literaria, no nos gustan demasiado los brujos, nos muestran nuestras propias contradicciones y seguramente muestran una cara de nosotros mismos que no nos gusta. No compiten tan bien como los caballeros de armadura brillante, moral impoluta y discursos elevados. Por mucho que son los fontaneros y los que realmente son los que tiran adelante la política más útil.

De ahí que en el dilema entre moral y ética, preferimos aquellos que nos dicen que sus valores morales coinciden con los nuestros, que aquellos, que en el fondo, van a tomar decisiones bajo criterios éticos que buscan maximizar el beneficio social, aún cuando sus valores morales no coincidan con los nuestros o nos parezcan más laxos.