En esa calle se levanta la fachada lateral de la Parroquia de San Julián, donde reside la Hermandad de la Hiniesta. A esta calle y todo el barrio en su conjunto le tengo un especial cariño por que junto con mis hermanos Roman y Manuel se convirtió en uno de los pasos obligados en busca de nuestro querido "Centro" donde encontrábamos historias y leyendas en cada uno de sus rincones.
Pues bien, siguiendo con el tema que hoy nos reúne, cuando nos adentramos en esta calle y nos topamos en la fachada de esta imponente iglesia, nos damos de bruces con una huella en su fachada que nos recuerda que allí hubo una puerta de acceso a la Parroquia, puerta que era casi idéntica a la que aun se conserva en la fachada principal...
Como observamos en esta bellísima fotografía donde vemos el transcurrir de la Hermandad de la Hiniesta, la puerta guardaba una similitud casi exacta a la de la fachada principal, y era gemela de la que se levantaba en el costado contrario de la Parroquia que daba a la plaza, de la cual no se conserva testigo gráfico alguno.
Muchos se preguntaran por que hoy en día la puerta no esta y tan solo vemos los ladrillos de engarce a la fachada en lugar de los sillares de piedra. La respuesta a esa pregunta la tienen muchos de nuestros abuelos que fueron testigos de su destino, que no fue otro que su destrucción en el incendio intencionado de una triste madrugada del 32...
Según cuenta las crónicas, el incendio fue provocado inicialmente en las hojas de esta puerta, de ahí que fuera la zona de la Iglesia que mas sufriera ante las pavorosas llamas y que incluso los sillares de piedra que formaban dicha puerta fueran totalmente destruidos.
Este no fue sino uno de los miles de atentados patrimoniales que sufrió en esas fechas la ciudad, daños totalmente irreparables y que tan solo se pueden justificar hoy en día con la ignorancia y la sin razón de los que se dejaron manipular en esa maldita guerra. Como estos, son los testigos que no dejan que olvidemos que la ciudad tuvo otra cara, otra mirada que despertaba la admiración de otros muchos venidos de cualquier parte del planeta...
Luisa Maria Lorite García