Mordzinski y sus fotos en París

Por Grodriguez

Fotografía de Mordzinski a Vila-Matas.
Las versiones catrachas de Daniel Mordzinski son Armando García y Ricardo Tomé. No desperdician oportunidad para fotografiar escritores. Algún día ellos dos serán como Mordzinski, quien desde los 18 años y con Borges como primer objetivo, inició una carrera ahora reconocida en todo el mundo. Por estos días expone en París y en El País explican los pormenores:
Daniel Mordzinski hizo su primera fotografía a un escritor en Buenos Aires en 1978, cuando tenía 18 años. Fue durante el rodaje de un documental para el que Jorge Luis Borges habló durante horas. Mordzinski, "por timidez, por timorato", no se acercó demasiado al escritor y disparó desde lejos. Al revelar, descartó un negativo en concreto por considerarlo fallido: detrás del cogote de Borges aparecía una mano que pertenecía al director de fotografía del documental y que, a juicio del joven fotógrafo, se había colado sin permiso y no tenía por qué estar allí.
Veinte años después, Mordzinski, considerado ya "el fotógrafo de los escritores", a fin de reunir material para una exposición, reparó de nuevo en esa vieja y primera foto: la mano misteriosa que bailaba (y señalaba algo) a la espalda de Borges no le pareció ya un error, sino todo lo contrario: casi un atributo más del maestro argentino. "Y la incluí, claro. Mi primera foto, la que me abría camino. A lo largo de veinte años ella no había cambiado, pero yo sí", explica. Ahora, Mordzinski, nacido en Buenos Aires y residente en París, reúne en la Maison de L'Amérique Latine, una colección de 300 retratos de narradores, novelistas y poetas de Latinoamérica, de España y Francia. "Mis tres orillas", dice.
La exposición, que se trasladará al Liceo Francés de Madrid en junio, se titula, consecuentemente, Les Trois Rives y se abre con una impresionante (y triste) fotografía de García Márquez sentado en la cama de su dormitorio de su casa de Cartagena de Indias, tomada en enero, con toda la habitación a la espalda y mirando hacia la luz que entra por la ventana. "Esa misma mañana yo acababa de hacerle una foto a Vargas Llosa en la cama de su hotel, leyendo, cuando me llamó Mercedes, la mujer de García Márquez para decirme que Gabo me esperaba a las doce de la mañana". Las dos fotografías de los dos gigantes de la literatura en español, en su tiempo amigos íntimos y ahora enemigos viejos por una bronca que ninguno ha querido explicar jamás, tomadas el mismo día y en la misma ciudad, se exponen a unos metros de distancia.
También hay otra de Julio Cortázar que esconde una historia. "Era 1979. Yo llevaba muy poco en París", relata Mordzinski. "Hice mi primera exposición, con fotos típicas, juveniles, de contrastes algo fáciles, en fin, un mendigo al lado de un Mac Donals y por ahí. Y busqué el número de Cortazar en la guía y le dejé un mensaje en el contestador diciéndole que no conocía a nadie en París e invitándole". El fotógrafo no se lo creía cuando el autor de Rayuela apareció por la sala esa tarde de invierno. "De aquella exposición sólo ha sobrevivido una foto: precisamente la que más le gustaba a Cortázar. Las demás se han indo cayendo de las exposiciones a lo largo de los años. Esa no. Es de unos músicos callejeros que pusieron una funda de guitarra en el suelo en la que se metió para jugar uno de sus hijos. Cuando el niño salía de la funda, le hice la foto".