Yo sé que voy a estar entre la minoría pero The Master (EU, 2012), el más reciente largometraje del aún joven maestro Paul Thomas Anderson, no me pareció esa obra mayor que algunos dicen que es. No sólo eso: no me parece digna de aparecer entre lo mejor del año. Vamos: ni entre lo mejor que vi en Morelia 2012. La película inicia de manera fascinante, con el ingobernable marinero alcohólico Freddie Quell (Joaquin Phoenix) buscado algo que no sabe qué es hacia fines de los años 40. Un buen día se encuentra con "el maestro" del título original (Philip Seymour Hoffman), el fundador de una suerte de filosofía/religión/culto, con quien iniciará una compleja relación de amor/dependencia paterno/filial. Hoffman y Phoenix están espléndidos -aunque creo que este último se va de paso con su intensidad casi autoparódica-, pero la historia se vuelve repetitiva y ninguno de los dos personajes -o sus conflictos- me parecieron lo suficientemente interesantes como para que la cinta se extendiera durante 144 minutos. Pero, bueno, viendo lo entusiasmado que está todo mundo con The Master, supongo que, para variar, el equivocado soy yo. Volveremos a esta cinta cuando se estrene comercialmente. Aunque parezca mentira, disfruté más Las Curvas de la Vida (Trouble with the Curve, EU, 2012), que The Master. Entiendo que la segunda es más ambiciosa y que Paul Thomas Anderson tiene mucho más prestigio que el debutante Robert Lorenz, sempiterno colaborador de Clint Eastwood como asistente de director y productor de varias de las película dirigidas por el exHarry el Sucio, pero Las Curvas de la Vida funciona, en sus modestos alcances y con todo y sus evidentes servidumbres, mucho mejor que The Master. Además, la película es de beisbol. Eastwood, seco y gruñón como de costumbre, es Gus, el último dinosaurio entre los buscadores de talentos de los Bravos de Atlanta. Enviado a juzgar el potencia del supuesto "nuevo Albert Pujols", Gus viaja a Carolina del Norte junto a su ruda pero guapísima hija fanática del beis (Amy Adams), quien acompaña a su reluctante papá, pues ella sabe que el anciano está perdiendo la vista y, por supuesto, ¿cómo puede hacer su chamba si no puede ver bien a los peloteros? Es obvio que este melodrama geriátrico-romántico-beisbolero está hecho para lucimiento del viejo Eastwood, pero la historia brinda el espacio suficiente para que Adams y Justin Timberlake -en el papel de otro buscador de talentos que alguna vez fue un gran prospecto como lanzador- negocien una convencional pero eficiente historia de amor, mientras el guión de Randy Brown se esmera en elogiar todos los valores típicos de Eastwood como actor, cineasta, figura pública: el trabajo, la responsabilidad y la tolerancia, eso sí, desde una posición republicana/conservadora.
(Por otro lado, no puedo dejar de mencionar los aberrantes subtítulos que le enjaretaron a la cinta: se ve que los hicieron quienes no saben ni jota de beisbol. ¿Un no-hitter traducido como un "sin golpes"? Caray: más respeto por el rey de los deportes. Y por el sentido común). Las Sufragistas (México, 2012), de la especialista Ana Cruz -largometraje documental en competencia- es la perfecta pieza de acompañamiento de La Revolución de los Alcatraces (Kaplan, 2012) -de la cual escribí en el día cinco del festival, por acá-, pues las dos cintas tratan más o menos el mismo tema: la lucha de la indígena zapoteca Eufrosina Cruz Mendoza por reivindicar el derecho a votar y ser votada en el interior de su comunidad, que le negaba ese derecho a todas las mujeres alegando "usos y costumbres". En lo personal, me quedo con este documental de Cruz, pues ubica la lucha de Eufrosina en un contexto histórico y político más amplio, ya que a través de la voz en off narrativa de la propia cineasta y los extendidos testimonios de historiadoras -Ana Laura Jaiven, Gabriela Cano, Enrique Tuñón-, políticas en activo -Beatriz Paredes, Rosario Robles, Ivonne Ortega, Amalia García y nada menos que Michelle Bachelet-, políticas retiradas -Dulce María Sauri- y otras personalidades más- la periodista Enriqueta Cabrera, la encuestadora recientemente fallecida María de las Heras-, se nos entrega una puntillosa crónica sobre la lucha de las mujeres por sus derechos políticos, iniciada en México desde la discusión en el Congreso Constituyente de 1917. Me quedé con las ganas de que Cruz profundizara en las dinámicas de la búsqueda del poder de las mujeres en un mundo básicamente masculino -tema que, de alguna manera, trata María de las Heras cuando hace una lúcida descripción de esos cenáculos del poder a los que no tienen acceso las mujeres- y acaso faltó un juicio o una reflexión sobre el ejercicio "femenino" del poder -si es que existe tal cosa-, pero aún así la cinta funciona muy bien a nivel informativo y como emocionada/emocionante pieza de movilización feminista, pues como la propia Eufrosina Cruz dice en el desenlace: "falta mucho" por hacer. Con mujeres como ella, falta menos. Mis penúltima cinta en Morelia 2012 fueron El Asesino Vive en el 21 (L'assasin habite... au 21, Francia, 1942), de Henri-Georges Clouzot, una curiosidad que fue presentada en el festival en una retrospectiva dedicada al director de Las Diabólicas (1955).
El Asesino... es una muy entretenida mezcla de thriller y comedia en el que un agudo comisario de la policía (Pierre Fresnay) se disfraza de pastor para entrar a una misteriosa pensión en donde sabe que vive un asesino serial que tiene la delicadeza de dejar su tarjeta de presentación después de cada crimen cometido: Monsieur Durand. Adaptada a la pantalla grande por el propio autor de la novela original, Stanilas-André Steeman, en colaboración con el director Clouzot, la cinta se deja ver sin mayor dificultad gracia a la gracia y vivacidad de sus diálogos, enormemente atrevidos para la época.
Mi última película del festival fue Moorise Kingdom: un Reino Bajo la Luna (Moonrise Kingdom, EU, 2012), el más reciente largometraje de Wes Anderson, pero de esta película escribiré en unos días, dentro de la serie de entradas dedicadas a la 54 Muestra Internacional de Cine.
Y ya: terminamos en Morelia antes que Morelia termine con nosotros. Por caridad de Dios.